No fueron ocho las víctimas fallecidas en la erupción del volcán Chichón como periódicos y fuentes oficiales, en su momento, reportaron, aquel 28 de marzo de 1982; la investigadora de la fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), María Alonso Bolaños, resaltó que de acuerdos a los cálculos después de sus investigaciones y diálogo con fuentes locales, la cifra podría superar las tres mil personas fallecidas.
Hace 42 años, más de 20 mil personas sufrieron por la erupción que los zoques habían pronosticado a través de sus sueños; miles desaparecieron en la considerada erupción volcánica más importantes a nivel mundial del siglo XX.
La Dirección de Estudios Históricos realizó el conversatorio “El volcán Chichonal revisitado. A cuatro décadas de la erupción”; ahí la doctora en Historia del Colegio de México (Colmex), compartió diálogos y experiencias que ha tenido con las poblaciones del norte de Chiapas, a “quienes la explosión otorgó nuevos atributos geográficos y simbólicos”.
El Cerro del Chichón, que lleva su nombre por la abundancia el fruto de la palma del chichón, hizo erupción el 28 de marzo, con dos fases eruptivas más, el 2 y el 3 de abril. Antes era punteado, y con la explosión se hizo un “cráter sumamente extenso” de casi un kilómetro.
Apasionada por las regiones zoques desde la licenciatura, María, por años, ha visto la historia y presencia del volcán en la cosmovisión de la región como una constante.
“Antes de que hiciera erupción, algunos curanderos iban a las laderas del volcán con veladoras para recibir el don divino del conocimiento de la curación”, contó.
El mero chingón
“Es chaparrito, no está a más de mil 300 metros del nivel del mar. Algunas de las explicaciones geológicas es que eran dos volcanes pegados. Al parecer el más pequeño es el que hace erupción; la gente dice que sí, que había dos volcanes, como dice la tradición oral: el que hizo erupción fue el más chico, el mero chingón de los volcanes”, destaca la investigadora.
Las erupciones fueron sumamente violentas, con flujo piroclástico de gas, piedra y ceniza destruyó todo a su paso a ocho kilómetros (km) a la redonda del cráter; las columnas eruptivas alcanzaron 32 km de altura, la nube de material le dio varias vueltas a la tierra y la temperatura global disminuyó 0.5 C.
Error de cálculo
Después del 28 de marzo, autoridades y grupos humanitarios se instalaron en la región; hubo un error de cálculo por parte de los geólogos, cientos de personas regresaban a sus comunidades u ocupaban refugios cercanos al volcán, pero la tierra temblaba y los ríos hervían.
Localidades como Francisco León, fueron arrasadas y sepultadas cinco días después. En las explosiones más violentas del tipo pliniano que ocurrieron el 2 y 3 de abril de aquel año, no solo murió población local, también varios pelotones del ejército, geólogos y trabajadores de gobierno.
Leyendas se han forjado en las comunidades, “la gente dice que los soldados figuran en las orillas del cráter cada 28 de marzo. En ocasiones he caminado con ellos para preguntar. Caminamos desde la madrugada y pues no, no figuran, de pronto y me dicen es que está muy nublado hoy”, relata Alonso Bolaño.
“El volcán está vivo y pese que en la actualidad hay muchos planes para monitorearlo por parte de las universidades y todo un plan por parte de Protección Civil para proteger a la población, hay que entender que los volcanes tienen esta dinámica, y hay que tratar de convivir con el volcán”, dijo la maestra en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En sueños, y tras una consulta al ora´culo, Pyogba Chu’we, la Vieja que Arde, la dama del Volcán, la Señora que “recuerda el olvido” había anunciado, con su presencia en los poblados de las montañas del norte, la erupción del volcán.
Pero entre las autoridades de la época no hubo quién diera crédito a la versión de los zoques. El volcán explotó y la historia de los zoques dio un vuelco.