La doctora Rocío Meza Gordillo ha dedicado su vida a la docencia e investigación, pero también, principalmente, a ser mamá.
Con una amplia trayectoria profesional ha sabido acoplar sus actividades con la crianza de sus hijos, aunque afirma que sin su esposo y su familia como red de apoyo, no hubiera sido posible.
Es química farmacobióloga de oficio, egresada de la Universidad Veracruzana (UV) en el 92; al terminar la licenciatura realizó su servicio social en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), en Ciudad de México.
Durante el proceso conoció el doctorado directo en Ciencias Químicas que ofrecía dicho centro; esto quiere decir que una vez terminada la licenciatura se puede aplicar, cumpliendo ciertos requisitos.
Al ser aceptada se quedó alrededor de ocho años más en el Cinvestav y al terminar fue contratada por la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx), en donde laboró por otros ocho años.
Fue durante ese lapso cuando conoció a su esposo, quien también es químico, y con quien tuvo a sus dos más grandes bendiciones: sus hijos.
De regreso en su tierra
Fue a partir de una convocatoria del Conacyt que fue aceptada para trabajar en el Instituto Tecnológico de Tuxtla Gutiérrez (ITTG), para luego concursar por una plaza.
Era la oportunidad de regresar a la tierra que la vio nacer, Chiapas, junto a su familia, la cual tomó el cambio de manera positiva, compartió.
Fue en el 2008 cuando empezó a laborar y, precisamente, el pasado 3 de mayo cumplió 15 años de trabajo en el Tecnológico; algo bastante significativo para ella, por todos los estudiantes a los que ha incido en su formación profesional.
Durante su trayectoria como docente e investigadora nunca se ha topado con un obstáculo por ser mujer, y tampoco después —por ser madre—, aunque admite que sí ha sido complicado acoplar ambos roles. A pesar de ello, asegura que se ha dado su lugar y tiempos en cada uno.
La doctora tiene un reconocimiento del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) por un modelo de utilidad sobre un biorreactor, generado a partir de un proyecto de tesis. Respecto a esto, resaltó que se hizo una modificación sobre el diseño ya establecido y luego se registró.
Además de la docencia en maestría y doctorado, comentó que como investigadores deben generar conocimiento que pueda ser aplicado y utilizado; es así que, constantemente, se realizan solicitudes de patentes y modelos de utilidad ante el IMPI.
Sus hijos ya son adultos
Comparte que tiene dos hijos. Su hija —la mayor— estudia la maestría en el Cinvestav, en un área completamente diferente a la suya; mientras que su hijo estudia una ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ya ambos son adultos e independientes.
Recuerda que cuando se mudaron a Chiapas, sus hijos tenían cuatro y nueve años de edad. Señala que el cambio fue agradable porque fue algo planeado, algo que platicaron y todos estuvieron de acuerdo.
Eso sí, lo difícil fue dejar a sus amistades, pero lo que les ayudó mucho fue la calidez de los chiapanecos, ya que a la segunda semana los niños —en sus escuelas— ya tenían invitaciones para fiestas y reuniones.
Además favoreció el hecho de que toda la familia de la doctora se encontraba aquí (tíos, primos y abuelos), pues eso los ayudó a sentirse cobijados e instalarse rápidamente en Chiapas.
Cuenta que al principio, cuando recién se mudaron a Chiapas, la organización de los tiempos fue una tarea complicada; ella tenía actividades casi todo el día y su esposo igual, pero gracias al trabajo en equipo, compartiendo responsabilidades y con la ayuda de su familia —que se convirtió en una red de apoyo— se adaptaron sin mayores problemas.
“Sin mi esposo hubiera sido muy difícil hacer todo esto, no solamente el dejar y recoger a los niños, en hacer tareas, bañarlos, cuidarlos, comidas, hacer todo. Sin él hubiera sido complicado, también con mi familia”.
“Ser mamá es lo mejor, me ha permitido formar una familia, salir adelante todos juntos; vivir cada etapa es diferente y siempre he estado presente”.
Rocío Meza Gordillo
Doctora