ZooMAT, el gran pulmón de Tuxtla Gutiérrez

A principios de la década de los 80, sobre la Reserva Natural El Zapotal, ubicada al extremo sur de la capital chiapaneca, nace el Zoológico Miguel Álvarez del Toro (ZooMAT), proyecto que comenzó en el antiguo Parque Madero (hoy Parque Convivencia Infantil), en la década de los cuarenta.

Hoy este recinto de flora y fauna nativa del estado de Chiapas, no solo es un atractivo turístico o una institución de estudio de la vida silvestre, sino que se ha convertido en el único pulmón de la ciudad capital.

El otrora Bosque El Zapotal había sido sitio de exploración en los años 70 de jóvenes tuxtlecos, ya que los recintos de agua eran abundantes y la flora aún más espesa. Debido a sus características, este lugar es visualizado por dos grandes conservacionistas: Miguel Álvarez del Toro y César Domínguez, quienes se percataron de que con el rápido crecimiento urbano, esta área muy probablemente perdería su carácter natural.

“Estos señores tenían un sueño aún más grande, que aquí sobre El Zapotal se hiciera el nuevo zoológico, porque debido a su orografía y topografía, sería único en su especie. Además su entorno natural haría propicio el desarrollo de la vida silvestre, es decir, se podrían construir encierros propicios y digno para los diferentes animales”, narró Federico Álvarez del Toro.

Durante varias gestiones gubernamentales se planteó el proyecto de trasladar el zoológico a este lugar, y fue hasta el período de Juan Sabines Gutiérrez (gobernador que comprendió dicho plan y le dio un apoyo muy completo en muchos aspectos) que se cumpla este propósito.

“Él fue quien impusó que el zoológico llevara el nombre de Miguel Álvarez del Toro (MAT). Mi padre no quería tal hecho pero casi casi fue una orden; esta anécdota la tenía muy clara Enoc Cancino Casahonda, ya que estuvo presente en esa reunión. Miguel Álvarez fue una persona reservada que no buscaba reflectores sobre él”, agregó Álvarez del Toro, su hijo.

En 1980 el ZooMAT abre sus puertas al público. Un par de años después sufre uno de sus peores percances, cuando se empieza a extender la población de El Jobo y sin contar con un ordenamiento poblacional y reglamentos sanitarios, se comienzan a contaminar los mantos freáticos ubicados más allá de las llanuras, por lo que el agua ya no era apta para el consumo de cualquier ser vivo.

“Desde el inicio del ZooMAT siempre fue un proyecto popular, para las clases humildes y además educativo”, agregó Federico Álvarez.

El ZooMAT en la actualidad

La Reserva El Zapotal en 1980 contaba con 100 hectáreas, 20 de ellas destinas a la antigua prisión Cerro Hueco y 80 hectáreas para el recién creado zoológico. En el 2001 se adquieren otras 10 hectáreas a la salida del penal, por lo que actualmente el Zapotal mide alrededor de 110 y media hectáreas, de las que el zoológico ocupa alrededor de 30.

“Este lugar es todo un ejemplo de desarrollo sustentable, por que a lo largo de estos 33 años de vida y funcionamiento no se ha maltratado para nada la flora y fauna. Siendo la flora la que se ha recuperado muy bien y con la fauna puedes convivir muy bien. Están sueltos, se atraviesan, no tiene miedo, les puedes dar de comer, eso es porque no les hacemos nada. Un ejemplo de que convivir con la fauna sí se puede”, narra con sonrisa en el rostro, Gerardo Cartas, biólogo del ZooMAT, quien ha trabajado ahí durante 33 años consecutivos, conociendo al parque como la palma de su mano.

En el ZooMAT hay alrededor de 180 especies de insectos en exhibición; en temporadas de lluvia como ésta se llegan albergar hasta 200 diferentes especies; en temporada de calor las cifras bajan.

Alrededor de 60 tipos diferentes de aves habitan este lugar; la cifra en los mamíferos ronda en 35 especies, y de reptiles hay 42 ejemplares diversos. La única subdivisión es la de los cocodrilos, de los que hay tres diferentes especies.

El biólogo agregó que dentro del ZooMAT hay diferentes especies sueltas, entre ellas la serpiente coralillo, que aunque suene alarmante, durante los 33 años de vida del zoológico, solo ha habido una persona mordida por este ejemplar y a la cual no le inoculó el veneno, fue como una mordida de advertencia.

“Te imaginas que durante tantos años de funcionar este lugar, solo exista este caso. Alrededor de 10 millones de personas nos han visitado y a solo una la han mordido. Es un mero accidente y un ejemplo de que la fauna y hombre sí pueden convivir”, finalizó el Gerardo Cartas.