Con danzas, carrizos y tambores, en las calles del sur de Tuxtla Gutiérrez comenzó la recreación de una de las fiestas más importantes de los zoques del Altiplano Central: los bailes del carnaval que anuncian al “Nuevo Sol” para esta cultura prehispánica.
Danzantes y músicos partieron de una casa ubicada frente a la Secundaria del Estado, que con gritos de “vivan las tradiciones” y “vivan los músicos y danzantes” se dirigieron a la parroquia de San Roque.
“A partir de hoy y hasta el día martes se celebran los carnavales en todos los pueblos indígenas”, destaca el primero de baile del grupo zoque El Mequé, Víctor Manuel Velázquez López, quien explica que en Tuxtla Gutiérrez “aún se preserva la tradición del baile de carnaval que en nuestra lengua originaria se llama Napapok-etzé”.
Modernidad y la costumbre
Ciudadanos veían y grababan con sus celulares el paso de los músicos y danzantes, quienes alegremente aventaban harina a la concurrencia.
El danzante tradicional explicó que esta danza recorre los barrios y colonias del centro de la capital, visitando ermitas, iglesias y a las personas que “todavía guardan, con mucho gusto, esta tradición añeja”.
Este grupo sale a danzar dos días, sábado y domingo; en el caso del sábado acuden a las casas e iglesias del lado sur de la ciudad, mientras que el día de hoy, domingo, visitan todo el lado norte.
La danza de la Pluma de la Guacamaya (“Napapok-etzé), o baile del Padre Sol, es una representación del astro rey y la luna; estos dos personajes, de acuerdo a la mitología zoque, bailan para completar el ciclo cósmico.
“El Sol y la Luna tienen que venir al firmamento, al inframundo, y tienen que volver a resurgir, es por ello que están estos dos personajes principales, el hombre que tiene un penacho hecho con plumas de guacamaya representa al padre Sol Te’Hata-Jama-Etzé y la niña Alacandú, que tiene un gorrito con cuatro espejitos que representan las fases lunares”, expone Velázquez López.
También están los hombres vestidos de anciana, conocidas como las viejas o “Suyu-etzé”, que “representan mujeres muertas en parto que custodian al sol para volver a resurgir cada día”.
Estas festividades tratan de un sincretismo cultural, “choca con los ciclos agrícolas” y la petición principal va acorde a las nuevas cosechas.
“Es una representación del ciclo solar y concuerda con el equinoccio, tiene mucho que ver con el nuevo sol, el nuevo año para los zoques de Tuxtla Gutiérrez y para los demás pueblos indígenas del estado”.