Zoques usan 170 plantas medicinales

Un estudio realizado en tres comunidades zoques del municipio de Copainalá identificó 170 especies de plantas medicinales utilizadas para tratar enfermedades como gastritis, diarrea, infecciones respiratorias y padecimientos vinculados a la cosmovisión indígena, como el “mal de ojo” y el “espanto”.

La investigación, desarrollada por Esthefany de Jesús Núñez González como parte de su tesis de licenciatura en Biología en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), busca preservar conocimientos ancestrales en riesgo debido a la urbanización y la degradación ambiental.

Hallazgos

Las 170 especies documentadas pertenecen a 73 familias botánicas, destacando Asteraceae (como la manzanilla), Fabaceae (frijol y similares), Lamiaceae (orégano, albahaca) y Solanaceae (hierba mora).

Las hojas son la parte más empleada (67 %), seguidas de frutos y cortezas. Las formas comunes de uso incluyen tisanas, emplastos y baños herbales.

El 51 % de las plantas se obtienen del bosque tropical caducifolio, mientras el 25 % proviene de huertos familiares, donde especies como el topa hueso (Euphorbia pteroneura) se cultivan para evitar su extinción.

El 70 % de las plantas son nativas de América. Además de tratar dolencias físicas (principalmente digestivas), se usan para afrontar padecimientos culturales como la “alferecía” (llanto inconsolable en bebés) y el “azar” (asociado a la vergüenza).

Especies multipropósito

La guanábana (Annona muricata) sobresale por su versatilidad: se emplea en 10 tratamientos, incluyendo diabetes, colitis y cáncer. Otras plantas con usos múltiples son la sábila (Aloe vera), el epazote y la ruda. Cuatro especies están bajo protección oficial (NOM-059-Semarnat-2010) por riesgo de extinción, aunque el estudio no detalla cuáles.

Comunidades en acción

En Chilpancingo, Copainalá y División del Norte, los conocimientos se preservan gracias a curanderos, parteras y adultos mayores.

Sin embargo, el trabajo alerta sobre la pérdida acelerada de estos saberes, vinculada a la migración, la falta de interés en las nuevas generaciones y la degradación de ecosistemas.

“Documentar estas prácticas no solo rescata tradiciones, sino que ofrece alternativas terapéuticas accesibles para comunidades marginadas”, señaló Núñez González.

Esta tesis no solo enriquece el campo de la etnobotánica, sino que sirve como un llamado a valorar y proteger los saberes indígenas, pilares de la biodiversidad y la salud comunitaria en Chiapas.