Los futbolistas mexicanos han sido tachados como trabajadores explotados, sobajados, que siempre han tenido sobre ellos la bota del patrón, o sea el directivo.

Pero también han tenido grandes oportunidades para hacer valer sus derechos, para hacer escuchar su voz e ir hasta las últimas consecuencias. Sindicato es una palabra muy satanizada en el Futbol mexicano, tanto, que los intentos por establecerlo han quedado perdidos en el limbo, por presión de los directivos o por falta de valor de los futbolistas.

En 1971, el ahora comentarista, Carlos Albert, quien jugaba en el Necaxa, fundó el Sindicato Único de Futbolistas Profesionales de la República Mexicana: “Me quisieron hacer lo que a todos, ponerme transferible y pagar el 50 por ciento del sueldo. Tomé la decisión de demandar, fui el primer futbolista en México en hacer una demanda legal y además la gané, aunque me costó casi 18 años”. Mas no fructificó como se quería: “Lo mataron (al sindicato) amenazando a los jugadores y nos corriendo a los que estábamos en la mesa directiva”.

Los seleccionados convocados para la Copa América de 1993, levantaron la voz antes de viajar a Ecuador. El pliego petitorio contenía: la eliminación del Draft, así como cualquier tipo de transacción, sin la debida intervención de los jugadores. Que para cualquier transacción, se efectué entre los equipos, con la debida intervención del jugador. Que el cierre de registros se recorra, como fecha límite. El movimiento fue roto por tres futbolistas: José Manuel de la Torre, Carlos Hermosillo y Roberto Ruiz Esparza, quienes no estuvieron de acuerdo con lo que se peleaba.

La AMFPro se creó en 2017 por iniciativa de Rafael Márquez, tomando como base la estructura de la Comisión del Jugador. Sus oficinas al fin salieron de la FMF, aunque los pagos de algunos de sus dirigentes pasan por la Federación. Ha sido, hasta ahora, el último intento por una unión.