Luego de 31 años inmerso en la profesión de árbitro de futbol, Franklin Ruiz Coronado decidió guardar su silbato y dejar de vestir como hombre de negro sobre el terreno de juego.
A sus 56 años de edad, el nazareno nacido en Villa de Acala, Chiapas, dio su último silbatazo y con la sobriedad que le caracterizó durante toda su carrera dejó las canchas de Caña Hueca, no sin antes recibir un merecido reconocimiento por parte de la directiva de la Liga Independiente de Futbol Tuxtla —que encabeza Luis Gordillo—, para la cual trabajó durante 20 años.
“Empecé a dirigir con niños, de ahí juveniles y luego me hice en el Colegio Néctar Aguilar Mayorga, que era uno de los más grandes que había aquí junto con el de Carlos Sánchez y los de la Liga Independiente y la Liga Municipal”, contó el colegiado luego de su última actuación oficial.
Cuenta que su motivación inicial para impartir justicia vino de su profesión como maestro —es egresado de la Escuela Normal Superior de Chiapas—, esto al darse cuenta de que para organizar torneos deportivos para los niños de sus escuelas siempre había que conseguir árbitros y eso también generaba un gasto a los padres de familia, quienes a veces no tenían el recurso para costearlos.
De ahí que se animó a dirigir, motivado también por la invitación del árbitro Ricardo Trujillo y al conocer también el juego desde dentro, ya que además fue jugador en activo prácticamente en todas las ligas de Tuxtla Gutiérrez; por igual participó en otras de Cintalapa y San Cristóbal de Las Casas, jugando la posición de portero.
Cuenta que su retiro como árbitro central se da en buena medida por el desgaste que durante años sufrieron sus rodillas tanto en su papel como jugador como en su faceta de árbitro, además de que quiere pasar más tiempo con su familia, a la que todos los fines de semana veía poco para poder pitar entre tres, cuatro o hasta cinco partidos cuando se lo pedían.
El árbitro
Franklin rechaza que ser árbitro sea una profesión ingrata, si bien es difícil de cumplir, porque no a todos se puede llegar a agradar.
Precisamente, y ahora que deja esta labor, asegura que se va con más satisfacciones que momentos amargos, pues entiende que si bien es difícil que en un partido todo salga a la perfección, lo importante es hacer un buen trabajo en términos generales.
En su caso —agrega— siempre buscó prepararse y observar con detenimiento a otros árbitros de renombre para mejorar en sus decisiones, con el objetivo de siempre tener la balanza equilibrada en sus decisiones y no afectar a algún equipo.
“Hay que ser estricto por naturaleza, porque dentro del terreno de juego tienes que imperar como árbitro”, añade el silbante, que también buscó en todo momento el diálogo para apaciguar los ánimos de los futbolistas cuando le reclamaban alguna marcación.
“A mí la presencia me ha ayudado mucho, posiblemente por la estatura (mide 1.87 metros) que sí cuenta, pero al jugador yo le he dicho que no se centre en ese aspecto sino en la habilidad que tiene el árbitro para marcar, que es lo más importante”, comparte.
Ya de salida de esta profesión, recomienda a los nuevos silbantes prepararse, conocer bien el reglamento, aprenderse las 17 reglas y sus modificaciones para ser bien recibidos en cualquier cancha en la que se presenten, siempre haciendo su labor con profesionalismo y certeza.