A un año de la partida de Eraclio Zepeda

“Escritor, ese es mi oficio, como cualquier otro; como el carpintero que crea muebles, como el panadero que hace los panes, yo hago cuentos y novelas”, decía Eraclio Zepeda (Tuxtla 1937-2015) en una proyección durante el homenaje póstumo que se le hizo hace un año.

“Quien va a trabajar en un oficio, que no tenga nombre… todos los oficios son dignos, lo único indigno es no tener ningún oficio”, escribió Laco en su cuento “El enfrascador de almas”, el cual se puede escuchar en YouTube, narrado con la voz del autor.

Laco, el cuentista, vio la luz por primera vez el 24 de marzo de 1937, fecha en que finaliza la historia que comprende su tetralogía de novelas: Viento del siglo, Sobre esta tierra, Las grandes lluvias y Tocar el fuego, en la que el maestro comparte todas las historias que su padre contaba durante las sobremesas.

Primeros pasos

“Siempre conocí dos tipos de bibliotecas: la de libros, ya que éramos una familia que siempre viajábamos con libros, y la biblioteca de palabras, que era la de mi padre y que siempre nos contaba historias, nunca escuche que repitiera una”, compartió Laco en una entrevista obsequiada para el programa Palabra de autor que transmitió Canal Once.

“Caminaba con dos pies, el de las palabras y el de los libros”, decía el maestro, quien también afirmaba que había desempeñado todos los oficios, menos el sacerdocio, y que sus primeras palabras fueron en zapoteco, ya que su nana era originaria de esa región.

Sus primeros textos aparecieron en el periódico infantil Alma de niño, que se creó en la escuela primaria Camilo Pintado, en la que estudió los últimos años de ese nivel escolar. “Me sentí tan orgulloso de que la gente los leyera y los comentara”, dijo en una entrevistas para Clío TV.

El escritor, que en un futuro conocería en persona al mismísimo “Che” Guevara, recordó que una de las primeras entrevistas que realizó fue a la actriz Amanda del Llano, quien se negó a hablar con varios reporteros durante una visita que hizo a la capital del estado; él fue el único que pudo llegar a ella, pues Amanda accedió cuando supo que un niño quería entrevistarla.

Para la secundaria y la preparatoria, Eraclio tuvo tres grandes compañeros: el maestro Andrés Fábregas Roca, un catalán que le dio clases de francés y, posteriormente, de teoría literaria y filosofía; así como Jaime Sabines, quien en ese momento finalizaba su educación preparatoria, y la tercera persona fue Rosario Castellanos, de quien admiraba su capacidad de entrega y su entusiasmo. Platicar con ella y con Jaime era una emoción constante, afirma.

La Espiga Amotinada

En esta etapa de su vida, Laco empezaría a escribir con letras doradas su trayectoria literaria. Durante su estancia en la Ciudad de México, tuvo la fortuna de coincidir con varios de los grandes personajes del siglo XXI, como Jaime Labastida y el fotógrafo Rodrigo Noya.

El grupo La Espiga Amotinada tuvo su origen en tardes de lectura, con unos jóvenes que eran orientados por el poeta chiapaneco Juan Bañuelos, quien ya tenía una formación mayor y un día les dijo que el poeta Agustí Bartra los quería conocer.

“Como a la segunda o tercera reunión con él (Agustí), nos dijo que había hablado con el Fondo de Cultura Económica y que había la posibilidad de que ‘ustedes publiquen un libro colectivo; así que tráiganme lo más rápido posible un libro de dimensiones pequeñas, para que los 5 juntos hagan un tomo para la colección Letras Mexicanas’. Así apareció La Espiga Amotinada y le fue muy bien”, recordó Eraclio en Clío TV.

La participación de Laco en el segundo volumen de La Espiga fue cuando él ya se encontraba al lado de Elva Macías en Pekín, y a su regreso a México se enteró de que era la novedad, y posteriormente ganó uno de los premios más importantes en su trayectoria como escritor.OBRAS

BENZULUL (1959)

Uno de los libros más conocidos de Eraclio Zepeda es Benzulul, que fue editado por la Universidad Veracruzana en la colección Ficción, y luego por el Fondo de Cultura Económica. Uno de los cuentos más afamados es el que da nombre a este volumen, en el que narra la vida de Juan Rodríguez Benzulul, un indígena que se revela en contra de su nombre y del destino por no poder estar a la altura de sus propios miedos.

Por este libro, algunos críticos llamaron la escritura de Zepeda “literatura indigenista”, terminó ante el cual el propio Laco se reveló, pues dijo que lo que más conocía era a los indios, y que si hubiera conocido a los cosmonautas, hubiera escrito sobre cosmonautas.

Joaquín Díez-Canedo, director general en 2009 del Fondo de Cultura Económica, editorial que posee los derechos de Benzulul, dijo al periódico Excélsior que este compilado de once cuentos es uno de los libros que más se venden de la Colección Popular.

Este libro empezó a escribirlo en el año de 1957, en San Cristóbal de las Casas, y lo terminó en Xalapa, aunque ya había publicado el cuento “No se asombre, sargento” en la revista La palabra y el hombre.

“Benzulul”, “El Caguamo”, “El mundo”, “Vientooo”, “Quien dice verdad”, “La cañada del principio, “Patrocinio Tipá” y “No se asombre, sargento” son los cuentos que integran uno de los libros que más amaba Eraclio Zepeda, ya que se sentía muy representado y le habían dado grandes satisfacciones, según comentó durante su participación en la Feria Internacional del Libro Universitario, para el periódico Excélsior.

Asalto nocturno (1975)

Más de 14 años tuvieron que pasar para que el escritor tuxtleco volviera al mundo de las publicaciones, y fue con el libro Asalto nocturno, con el que además obtuvo el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí.

De acuerdo con el escritor, poeta e investigador Mario Nandayapa, un persona muy allegada a Eraclio Zepeda y autor del libro Los pasos de Laco, sobre la vida del escritor, este tiempo tan prolongado entre un libro de cuentos y otro se debió a que Eraclio comenzó a escribir poesía, como atestiguan La Espiga Amotinada (1960), La ocupación de la palabra (1965) y el libro individual Asela (1962) de la colección Laura, en La Habana, Cuba.

Además, en ese tiempo, Laco andaba de viajero. El primer lugar al que llegó fue Cuba, donde fue profesor universitario; luego, China, también como profesor, en ese momento ya con Elva Macías; y por último, Moscú. En los últimos dos lugares fue donde escribió este libro y el segundo volumen de La Espiga Amotinada, en el que seguía trabajando a distancia.

Andando el tiempo (1982)

Con este libro, que contiene diez relatos, Zepeda ganó el Premio Xavier Villarutia, el mismo año de su publicación. Fue producido bajo el cuidado de Elva Macías y Silvia Molina, con ilustraciones de Antonio Martorell, según la la Revista Iberoamericana.

“Zepeda ha inventado un nuevo registro del cuento latinoamericano, en el que la clave no es la anécdota ni la palabra, sino el ritmo (…) No es casual que, para describirlo, haya que usar un símil musical: es como el paso, en nuestra narrativa, del blues melancólico y litúrgico al jazz laico y optimista”, escribe la Revista Iberoamericana sobre el autor.

Tras esta publicación, Laco sigue su producción literaria con las compilaciones Ratón que vuela (1991), De la marimba al son (2000), Los pálpitos del coronel (2000), y su más reciente libro de cuentos, Horas de vuelo, que finaliza un periodo para luego dar paso a la novela.

La tetralogía

Una anécdota que cuenta Zepeda para el programa Palabra de autor, de Canal Once, fue que, a raíz de su primera publicación, Benzulul, que fue leída por Alfonso Reyes, el célebre escritor quiso hablar con él para decirle que en un futuro Laco terminaría escribiendo novela, y que, cuando lo hiciera, se debería poner “municiones en las nalgas”.

El poeta, ensayista y narrador argumentaba que el cuentero no se sienta a escribir como lo hace un novelista, ya que este último tiene que llevar el hilo conductor de la novela y no perder ningún detalle; en cambio, el cuentero escribe un texto y ya se puede ir.

Laco expresaba que un novelista “no se puede frenar a la imaginación”, y que todos los personajes deben estar debidamente justificados en el tiempo que sucede la historia.

Fue en el año 2000, en París, que Eraclio Zepeda decide empezar a escribir novela. Él planeaba contar toda la historia en un solo tomo, pero luego se dio cuenta de que, por la forma en que iba desarrollando los personajes, era mucha la información, y entonces decidió hacerlo en cuatro volúmenes.

Estas novelas abarcan desde el año 1838 hasta 1938 (año del nacimiento de Laco). La primera de la serie fue Las grandes lluvias (2006), que comienza con la historia de Juana, que en realidad era su bisabuela pero él le cambió el nombre, según confesó él mismo para el programa Palabra de autor.

Tocar el fuego (2007) es libro con el que continúa la historia. Relaja cómo el abuelo de Laco, quien también escribía poesía, decide quitarse la H de Heraclio en Puebla, cuando conoce al general Pantaleón Domínguez, debido a que el nombre de Heraclio Zepeda contenía 14 palabras, pero sin H tenía 13, “un número de mala suerte”, por lo que, para retar al destino, decide deshacerse de la H.

Toda la historia de Chiapas que se cuenta en esta tetralogía está debidamente fundamentada, debido a que Gabriel García Márquez le dio un consejo al escritor chiapaneco: que todo lo que escribiera en su novela histórica debía ser comprobable, para que nadie se la pudiera tirar.

El tercer libro, Sobre esta tierra, recoge la historia de Ezequiel Urbina en su última etapa de vida, cuando comienza la destrucción de la finca La Zacualpa, el periodo de la Revolución y de todo lo que significa.

El cuanto a Viento del siglo, se trata de la vida del padre de Laco, principalmente lo que sucede con él cuando sale exiliado de Chiapas, tras la muerte de Luis Vidal a manos de Obregón; cuando funda un periódico en Chiapas, y finaliza con la llegada de Laco a este mundo.

En los cuatros libros se menciona un objeto en particular: un reloj de alabastro importado desde España y cuya peculiaridad es que cada que muere un Zepeda se detiene, y cada que nace un Zepeda, suena sus campanas sin marcar la hora.

El adiós

Elva Macías, en una entrevista concedida para el periódico La Jornada de Aguascalientes, dijo que durante la presentación de la novela Viento del siglo, cerca de la fecha del cumpleaños de Eraclio, en 2015, unos niños le cantaron “Las mañanitas” y él se emocionó tanto que llegó hasta las lágrimas.

Lo último que ha dicho su viuda es que Laco la dejó abrumada con tantos trabajos pendientes, que muy pronto se irán conociendo.