El romancero en América, de Aurelio González, un proyecto de largo aliento que el filólogo entregó un par de años antes de fallecer; y una edición crítica de Manuel Sol, anotada y con “un aparato de variantes muy rico” de Los bandidos de Río Frío, de Manuel Payno, son los dos grandes proyectos que la Academia Mexicana de la Lengua publicará este 2025 por el 150º aniversario de su fundación, el 12 de septiembre.
En el marco de esta celebración, la institución también apura sus tres más ambiciosos proyectos editoriales: las ediciones facsimilares de Santa, de Federico Gamboa; el Catálogo de hongos mexicanos, de José Juan Tablada, un volumen poco conocido con acuarelas y descripciones de propia mano del poeta y naturalista; y la edición de las fichas del Vocabulario de mexicanismos, del filólogo y bibliógrafo Joaquín García Icazbalceta.
Acervo
Además, la AML trabaja en la culminación de la catalogación de los más de 55 mil volúmenes que conforman su biblioteca, fundada en 1959, y que se especializa en literatura, lingüística, lexicografía y filología, y que ya reposa en su sede de Donceles 66, Centro Histórico, donde falta trabajar cerca de 20 mil ejemplares tras casi dos décadas de estar embodegada.
Así lo detallan Alejandro Higashi, bibliotecario-archivero y responsable académico del Gabinete Editorial, y Filiberto Esquivel García, bibliotecario de la AML, quienes hablan de la riqueza de su acervo y de los proyectos editoriales, en especial, las ediciones facsimilares de manuscritos autógrafos que posee.
Joyas literarias
En la AML reposan joyas de algunos académicos cuyas familias han entregado a la institución tras su muerte. Es el caso de Ramón López Velarde, que ya forma parte de la colección de Ediciones facsimilares. A esa colección podrían sumarse otros tres tesoros de la AML:
las fichas anotadas de Joaquín García Icazbalceta, la versión final de Santa y el Catálogo de hongos mexicanos, de Tablada. Y aunque son proyectos avanzados, los detiene la falta de recursos para finalizarlos y para su edición.
Alejandro Higashi afirma que tienen manuscritos autógrafos, casi todos digitalizados, y que están siendo editados en una colección muy pequeña aún. “Tenemos dos títulos, pero intentamos que sea un reflejo de materiales únicos que conservamos y que con esta colección las ponemos a disposición del público”, refiere.
Santa representa una de las tareas más retadoras por la escritura del narrador y diplomático y las diferencias idiomáticas del manuscrito con respecto a la versión más conocida de la novela editada con el español de España. “El manuscrito de ‘Santa’ es nuestro próximo proyecto, está en ciernes, además del costo de este tipo de libros, en éste tenemos que ampliarlo para que sea un facsímil funcional”, dice Higashi.
Facsímil
Gamboa comenzó a escribir la novela con letra grande, pero conforme avanza reduce el tamaño hasta hacerla minúscula y casi sin espacio ni márgenes, “tendríamos que hacer un facsímil en muy amplio formato para poder ampliar la letra. Incluso en algún momento debe haber habido en el proceso de encuadernación cortes en los márgenes y es muy probable que haya texto perdido”.
Higashi señala que esa obra que trabaja el poeta y ensayista Vicente Quirarte es una versión en el español de México, pero que a la hora de enviarla a la imprenta en España hicieron corrección de estilo y la pusieron en español de España, y así, luego fue editada en México.
Versiones
“Por ejemplo, todos los trayectos entre el Centro Histórico y San Ángel son en trolebús en México, pero en la versión española que es la que luego se imprimió también en México, son en trenes. Hay una gran diferencia. Y el personaje que conocemos todos como ‘El Jarameño’, en México nadie entiende la referencia a el Jarama porque es un río en España. En el caso del manuscrito autógrafo que tenemos, el personaje se denomina ‘El Caimán’; también se relaciona con el agua, pero es desde una perspectiva muy diferente; entonces si es muy diferente el español del manuscrito al español que tenemos en el impreso que tuvo mayor circulación”, apunta Higashi.
Asimismo, dice que Santa es una edición en proceso desde hace varios años y esperan tenerla ya para este año como parte de la conmemoración de los 150 años de la AML y que podría salir como parte de la colección de Clásicos de la Lengua Española. Además, cita el caso de las fichas de Joaquín García Icazbalceta, “también es una edición que está en proceso, de varias etapas de la biografía de Icazbalceta como historiador”.
Tesoros
En cuanto al Vocabulario de mexicanismos, la Academia tiene las tarjetas de las entradas hechas por García Icazbalceta. “Digamos que este es el taller de donde sale este vocabulario mexicano; tenemos un proyecto, de hacer una edición facsímil de estas esquelas léxicas, cada palabra tenía su esquelita. Él trabajó de la A a la G, no sabemos si lo podamos publicar este año, pero es nuestro plan”, abunda Higashi.
El tercer gran proyecto son las acuarelas que hizo José Juan Tablada: “Es un catálogo de hongos comestibles de José Juan Tablada, del que se hizo un facsímil hace varios años. Son acuarelas en amplio formato, más que el tamaño oficio, es un trabajo que se conoce poco, pero también hacía trabajo de naturalista, de viajar, conocer las especies, documentarlas y describirlas, describe sus propiedades. Las descripciones están a mano de Tablada”.
Filiberto Esquivel García, bibliotecario de la AML, señala que entre otros tesoros que resguardan en la caja fuerte está una edición de La Eneida, en latín, de finales del XV. Se trata de un incunable. Además, cita el Diccionario latino-español e hispano-latino, de Antonio de Nebrija, cuya edición es de 1758 y forma parte del Fondo Reservado.
Higashi señala que Antonio de Nebrija es muy recordado por La gramática española, pero en realidad en el siglo XVII lo que mejor se conoció de él fue este diccionario. “Para España fue muy importante el ‘Diccionario latino-español e hispano-latino’ porque su formación humanística fue pobre, después del siglo XIII, Alfonso X le dio mucho peso al castellano y dejó muy de lado tanto el árabe como el latín, o sea, las lenguas que habían transmitido cultura; entonces los humanistas de los siglos XIV y XV estaban muy desprovistos de herramientas para dialogar”, detalla.
Catalogación y descarte
La Biblioteca de la AML lleva el nombre de Alberto María Carreño y así se llamó desde 1959 en honor al académico que la fundó con su biblioteca personal. Y de su autoría tienen un “Recuento bibliográfico” del trabajo de muchos académicos, como Victoriano Salado Álvarez, Joaquín Arcadio Pagaza, Manuel José Othón y Manuel Puga y Acal.
Filiberto Esquivel García tiene a su cargo la catalogación de los más de 55 mil volúmenes entre los que están las bibliotecas de estudiosos de la literatura como Rubén Bonifaz Nuño y Miguel Capistrán, quienes fueron miembros de la Academia: “Son arriba de 55 mil volúmenes, no todos están catalogados”.