Para la actriz Alejandra Barros, quien tiene el rol antagónico en El precio de amarte, las telenovelas no solo sirven para entretener y unir a las familias, que es la función principal, sino también como una herramienta muy importante para reflejar realidades contemporáneas. Esto permite, precisa, establecer una conexión significativa con muchos espectadores y generar conciencia sobre diversos temas necesarios.
La actriz comenta que el hecho de abordar temas como el alcoholismo y la delincuencia en este melodrama en el que participa añade profundidad a la historia, y también puede ofrecer un espacio para que el público se identifique y reflexione sobre lo que le pasa en el día a día. “Se pueden ver muchos temas sociales en la trama, de entrada, el bien y el mal, la moral, lo que se debe y lo que no se debe, pero de lo más importante que se habla en esta novela es perdón y amor”, dice en entrevista.
A través de estos contenidos, agrega Barros, se puede influir positivamente en el público que prende la televisión y asegura que en esta producción de Carmen Armendáriz ha existido un respeto y no hay ningún tipo de contenido agresivo o de mal gusto.
Su personaje es Eduarda Ferreira, una mujer ambiciosa, dueña de uns productora, producto central en la historia; es la madre de la protagonista, Amelia (Scarlet Gruber), y tiene una vida complicada, pues vive de las apariencias y se la pasa seduciendo a los hombres que la rodean.
El pasado
“Por conflictos del pasado va a querer arrasar con todo y con todos, mi personaje enseña a que no se porten mal porque eso no lleva a ningún lado bueno, ser antagónica es delicioso, pero de repente tengo que decir frases muy fuertes y con fuerza para tratar de que sea lo más real posible”.
Barros, quien graba sus escenas de memoria, ya tiene experiencia en este tipo de personajes, pero más allá de juzgarlas y ver si está bien o mal lo que hacen, explica que busca encontrar en qué se identifica. “Me meto en su psicología y decir: ‘está defendiendo lo que le toca, es alguien que quiere tener un control de los que la rodean’. En el caso de Eduarda, trato de hacerla lo más cercano, en tono, calmada porque ya el propio texto y la situación la hace terrible, entonces es priorizar la naturalidad”.