Lucía Melgar (Ciudad de México, 1960), doctora en literatura y especialista en crítica literaria feminista, publica En busca de una habitación propia. Miradas feministas en once escritoras latinoamericanas (Grano de Sal, 2024), donde analiza cómo las autoras María Luisa Bombal, Silvina Ocampo, Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Clarice Lispector, Cristina Peri Rossi, Carmen Boullosa, Mariana Enríquez, Selva Almada y Alejandra Costamagna entienden el oficio de escribir y cómo abordan el rol de la mujer en sus obras.
El análisis parte de la idea de “la habitación propia” de Virginia Woolf —que presentó en una conferencia en 1928 y después se publicó como ensayo bajo el mismo título—, que más que referirse a un espacio físico, habla sobre tener las condiciones apropiadas para que las mujeres puedan crear.
En entrevista, la también profesora (ha dado clases en Princeton y en El Colegio de México) reflexiona sobre la comercialización del feminismo en el campo editorial, así como del estado actual de la crítica literaria, donde no hay una “habitación propia”, pues en el campo académico mexicano actual se exige cantidad sobre calidad, sin ofrecer las condiciones apropiadas para hacer este trabajo de investigación, afirma.
La idea de la “habitación propia” de Woolf está por cumplir cien años y sigue vigente…
Sigue vigente porque han cambiado muchas cosas, pero sigue haciendo mucha falta tener no solo un lugar propio, sino un lugar sin interrupciones ya sea de la vida cotidiana, de la política, de la violencia, y el tiempo para dedicarse a la actividad creativa. Se piensa que es menos ahora, pero para las mujeres todavía hay muchas demandas del tiempo y eso implica la necesidad de irse a un espacio solitario y tranquilo porque el flujo de la creatividad necesita ese espacio apropiado.
De las escritoras en el libro, ¿cómo es que ellas se hicieron de una habitación propia?
María Luisa Bombal salió de Chile y se fue a Argentina porque ahí descubre corrientes literarias libres, un ambiente intelectual más cosmopolita; y la convivencia con Neruda y otros autores fue muy importante porque encontró un lugar propicio para que pudiera desarrollar su sensibilidad y su trabajo literario con libertad, pues estaba más alejada de su familia y de la sociedad que la veía de cierta forma. El ser extranjera también le dio una posición más independiente.
Otro ejemplo es Elena Garro. Ella fue buscando su lugar a lo largo del tiempo. Fue periodista en los años 40, hizo correspondencia, pero hasta que no encuentra su momento para escribir Los recuerdos del porvenir, no tiene esa tranquilidad intelectual y creativa que necesitaba para escribir esa novela.
En su libro dice que actualmente no se puede hablar de un solo tipo de crítica literaria feminista. ¿Podría profundizar cuál es el estado de este campo de investigación hoy?
Es muy variada, desde el inicio lo fue, pero ahora lo es cada vez más, porque ahora tenemos la influencia de los estudios de género. En algunas críticas hay mayor interés por las nuevas masculinidades y no solo las feminidades, también hay críticas que trabajan el tema de la interseccionalidad y la interculturalidad, que es ver el cruce de diferentes culturas y cómo las experiencias provienen de distintos factores individuales, sociales; o la condición de la mujer en lo político. Sí hay distintas formas, también está la teoría queer, que cuestiona los roles de género.
De un tiempo para acá hay más libros de escritoras y más libros que abordan el tema del feminismo. Se ha comercializado el movimiento feminista. Usted como académica, ¿considera que esto ha permeado en el campo de la crítica literaria y si ha afectado el rigor?
Creo que sí hay un desarrollo interesante. En los años 90 había interés por las escritoras mujeres y el mercado lo nota, pero nunca había respondido como en los años recientes, donde no solo se recupera a escritoras anteriores, sino que se da un espacio para la literatura escrita por autoras actuales.
Yo creo que puede pasar con cualquier literatura, pero sí creo que hay una comercialización que a cierta crítica y lectores los lleva a considerar que, si está escrito por una mujer y que trate la violencia de género, es literatura feminista. Es un error, pero es un error que también se dio en el siglo XIX, con autores que hoy ya no recordamos. El mercado va a darle oportunidad y espacio a lo que cree que los lectores de hoy van a leer, y hay cierta crítica, sobre todo de periódicos y revistas, que me sorprende porque parece que entonces todas escribimos obras maestras, también pasa con los autores.
Ahí se pierde el criterio de decir porqué realmente es una obra bien escrita, bien estructurada, que es profunda, cuando hay obras que repiten tópicos. Hay que ver el trabajo literario, tiene que haber una reflexión, una mirada amplia y compleja, que obviamente es difícil de desmenuzar. Que sea un libro que podamos releer y que cada vez nos diga algo nuevo y que no sea nada más un libro que acumule temas sobre las mujeres.