La novela Playa Bagdad tiene por núcleo la memoria que intenta no desaparecer o dejar un último legado, pues qué esperanza le queda a estas memorias individuales atadas al tiempo para sobrevivir si las ciudades que se enmarcan en la historia también desaparecen. Así reseñó el escritor Antonio Ramos Revillas su reciente texto.

La narración, editada por Alfaguara y que se presenta hoy en la librería El Sótano, trata de los hermanos Marcelo y Miguel, este último narrador de la historia. El primero avanza a su disolución y el segundo persigue su rastro en Matamoros y alrededores, al tiempo que recuerda lo intangible que los unió durante su infancia y los hechos que en alguna medida los alejaron.

En entrevista con Ramos Revillas (Monterrey, 1977) sostuvo que “las dos son memorias mentirosas, a destajo. Es en realidad la memoria de Miguel, quien en la primera parte cuenta lo que cree que ha pasado con su hermano y con sus padres, hasta que ocurre una vuelta de tuerca. La segunda es la memoria que él decide contar, aunque no queda claro si es real”.

Añade que “nunca tenemos acceso a Marcelo y por eso una parte —alguien me lo recordó hace un par de días— habla de cómo la memoria es también una ficción, reforzando la idea de García Márquez de que la vida no es como la vivimos, sino como la recordamos, pero yo le agregaría que la vida también es como la queremos contar”.

El editor y novelista comentó que Marcelo va dejando pistas a su hermano. Recordó a un emperador romano que puso su nombre en una columna egipcia para decir que estuvo aquí. “Es una manera en la cual este personaje, y así como él, todos queremos decir ‘aquí estuvimos’, pero el viento, la lluvia y la historia humana también van a borrar ese intento”, refiere.

“Es parte de la voluntad humana que va creciendo con el tiempo. Cuando vas madurando te vas dando cuenta que esa parte es la importante: dejar un indicio de que aquí estuvimos. Aunque Marcelo decide ya no estar, salirse de este conteo de la historia, por eso la relación con las ciudades que desaparecen, no deja de ser su muy humano último intento de decir ‘aquí estuvimos’”, asevera.

Ramos Revillas concluyó que es una novela de memoria, aunque no exista en el sentido de que hay gente que dice que solamente lo que puedes tocar existe; la memoria llena el tiempo, los espacios también, y uno siente cobijo al recordar, porque sabe que se ha vivido y que se han vivido cosas significantes.