El segundo país más pequeño de Sudamérica ha sido y es, paradójicamente, un cuerpo descomunal que no para de nutrir la literatura en lengua española. Son letras que parten de la lírica personalísima de Juana de Ibarborou hasta “la épica de la derrota” de Juan Carlos Onetti, pasando por las mitologías de Marosa di Giorgio y la literatura de venas abiertas de Eduardo Galeano. Letras que se mueven entre la reivindicación de la memoria de Felisberto Hernández y la naturaleza terrible de Horacio Quiroga, la poesía nómada de Ida Vitale (cuyo aniversario cien se celebra este año) y la experimentación polifónica de Cristina Peri Rossi (ambas ganadoras del Premio Cervantes).
Pero esa literatura no se detiene ahí. Las letras uruguayas que conocemos se han ampliado y transmutado en voces que hoy llegan a otros universos tras unas cuantas décadas creando su propio lugar en y para Hispanoamérica. Ese camino recorrido nos lo descubren escritoras nacidas en Uruguay, desde la trinchera de su escritura y las lecturas que las alimentan, en una mirada sobre la literatura contemporánea de ese país.
“Yo recordaba aquella dicha como si hiciera una guiñada ante un pequeño agujero donde viera iluminado el fondo de mi casa… Ocupados en sus pequeñas comidas y su poco de felicidad, parecían olvidados de mí”. Así rememoraba el escritor, compositor y pianista uruguayo Felisberto Hernández a una familia en un texto de 1943.
Casi ochenta años más tarde, en el poemario Jardín interior (2017, reeditado en España en 2019), la escritora y actriz de teatro Claudia Campos retrata, a su manera, una foto familiar antigua que tampoco es idilio: “Madre, padre, abuelxs y nietxs. Una pequeña con su vestido almidonado, cintas en el cabello y zapatos de charol. En una de sus manos, lánguidamente, una navaja abierta. Todos los rostros cargan con forzadas sonrisas menos el de ella. Ella no sonríe”.
Esa imagen que es metáfora y figura, la familia como el lugar ajeno y de lo desconocido, las grietas y el desgarro, es tema de una literatura cruda donde el lenguaje no necesita ornamentos. Al igual que Campos, la también montevideana Gabriela Escobar, música y autora de Si las cosas fuesen como son, novela ganadora del Premio Juan Carlos Onetti en Narrativa en 2021, se asoma a una familia donde “el dolor no se verbaliza, no se enfrenta y termina por tomar los cuerpos y el espacio. Lo que no se ve o aquello que se intenta ocultar vuelve a aparecer” a través de una escritura donde “lo horroroso surge sin preocupación, pues no es tabú”, explica.
De literaturas descarnadas sabe muy bien Campos, autora de La carne es Devil (2013), para quien hoy en Uruguay “viene dándose una efervescencia y una necesidad para explorar, ligadas a lo que estamos viviendo. Es una fisura del modelo, y ahí estamos cabalgando nosotras para poder hablar, de una vez por todas y hablarnos también entre nosotras”.
Hablar entre ellas. Dialogar con sus predecesoras y expandir en la obra propia el trabajo de poetas uruguayas como Marosa Di Giorgio y Amanda Berenguer, quienes en sus versos hablaron de la domesticidad desde sutiles “saltos, rupturas y permisos”, o en formas “más abiertas, brutales y desencadenadas, delirantes y oníricas”, señala.
Son otras familias, otros tiempos, otras literaturas. Entre ciclos de lectura oficiales y alternativos, festivales y editoriales independientes, fanzines que circulan fuera del mercado, y encuentros y clubes literarios cada vez más frecuentes, se condensan todas esas diversidades y una serie de cruces intergeneracionales que contribuyen a ensanchar el panorama de la literatura uruguaya.
Aunque hay temas —y obsesiones— universales que insisten y persisten en la literatura uruguaya, hoy se crea con nuevos registros, como lo afirma la escritora y periodista Natalia Mardero, autora de Escrito en Super 8 (2019): “También creo que en mi país hay una tradición de las historias de tierra adentro, afuera de Montevideo, los pueblos, las ciudades del interior, personajes medio pintorescos o situaciones que para los citadinos son lejanas, y hay escritores que siguen reivindicando esos espacios”.
Fernanda Trías, ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara en 2021, destaca el trabajo de escritores como Ramiro Sanchíz con sus mundos paralelos, mutaciones y distopías “donde transforma toda la geografía mundial y la manera de vivir de las personas, las barreras físicas entre orgánico y plástico” en libros como Un pianista de provincias (2022).
Igual sucede con producciones “de gente muy joven que está publicando por primera vez como Tamara Silva con ‘Desastres naturales’ (2023) y Emanuel Bremermann con ‘Los Murciélagos’”, dice Inés Bortagaray, cuyo trabajo ha sido reconocido en los festivales internacionales de cine Sundance y San Sebastián.
Con esa tradición conviven escrituras y temas más juveniles, urbanos y contemporáneos en un interesante periodo de transición que se caracteriza por una mayor libertad en la creación que no se siente tan regida por las reglas del mercado.