La hora de salida es relativamente temprano, 7:30 de la mañana, con el fin de “escapar” del calor y va entrecomillado porque Doha, Qatar, amanece a 25 grados centígrados en el otoño. Se trata de una excursión al desierto para ver la instalación de arte Shadows traveling on the sea of the day, de Olafur Eliason.
Se advierte que será un viaje largo, de una hora, pues la obra se encuentra al lado opuesto de West Bay, la zona hotelera. Tal cual se cruza el país de extremo a extremo, 105 kilómetros, en el mismo tiempo que toma cruzar —en promedio— de Indios Verdes a Ciudad Universitaria en metro (22 kilómetros), en la Ciudad de México.
No hay tránsito, quizás porque es viernes por la mañana. En los países musulmanes, los viernes son día de descanso y está dedicado a la oración, al menos la primera mitad del día, por lo que la gente no sale, y negocios y espacios como museos, abren hasta la tarde.
Antes de tomar la carretera, se puede ver una amplia muralla blanca que protege una de las residencias de la familia real, misma en la que se hospedó la princesa Diana en su única visita a Qatar en 1986. El chofer afirma con entusiasmo que se construyó con ese fin, aunque el dato no es verificable.
Ya en las afueras de la ciudad, abundan los complejos residenciales, algunos agrupados al estilo de casas del Infonavit, solo que en este caso son grandes mansiones. Entre éstas se asoma uno que otro minarete de las mezquitas o alguna grúa de construcción.
Llegado al punto del desierto donde está la obra de Eliasson, cerca de la costa del mar que rodea al país vecino, Bahrein, no hay señalamientos de tránsito que indiquen la presencia de la instalación artística, pero sí de Al Zubarah, una zona arqueológica cercana, que de hecho fue el primer lugar patrimonial de Qatar en recibir declaratoria de la Unesco.
Shadows traveling on the sea of the day está compuesta por 25 piezas de grandes dimensiones, un par son aros de metal dobles, otras tres son aros de metal sencillos y el resto con anillos de metal con un espejo circular encima, de lejos parecen sortijas.
Sebastián Betancourt, empleado de Qatar Museums y quien trabajó con Eliason para la creación de este proyecto, explicó que el conjunto pareciera que es un espejismo en medio del desierto. La obra propone observar la relación del humano con el planeta, según explica Betancourt.