Eran pasadas las 15:00 horas, tiempo de México, cuando una versión comenzó a expandirse entre los medios de comunicación, procedente de California: Juan Gabriel, el “Divo de Juárez”, había muerto.
Era el 28 de agosto de 2016 y, sin importar que era domingo, pronto las redes sociales explotaron con la noticia. Un día antes se había dado a conocer que su presentación en el Forum de Inglewood había sido un éxito, al haber asistido más de 17 mil personas.
Nadie, se diría después, notó algo raro en el cantante de “Querida” cuando se retiró a su hogar en Santa Mónica, California. “Mi paisano y hermano del firmamento de las letras y melodías Juan Gabriel nos dice hasta siempre desde el cielo”, escribió Marco Antonio Solís “El Buki”, en su cuenta del entonces Twitter. “Qué dolor, carajo. Las flores interminables hacían que sus canciones continuaran hasta lo grotesco (bello) del amor”, redactó el actor Gael García Bernal.
“Estamos de luto, te recordaremos siempre”, apuntó Lucero. Dos semanas antes se había presentado oficialmente el álbum Juan Gabriel vestido de etiqueta por Eduardo Magallanes, que grabó con Sinfónica. “Es un ser muy generoso; no soy más que un músico que ha hecho su trabajo con pasión y rigor y Alberto lo valora”, dijo Magallanes en un comunicado el día del lanzamiento.
En septiembre, cuando sus restos fueron traídos en México, inició una historia oscura en torno a los mismos. La primera guardia fue hecha por su hijo Iván Gabriel y su esposa; así como por Rafael Tovar y de Teresa, secretario de Cultura Federal; Jesús Salas, manager del cantautor; Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán; María Cristina García Cepeda, directora del INBA y Enrique Serrano, presidente municipal de Ciudad Juárez.
Afuera, en la explanada, la gente llegaba con grabadoras reproduciendo la música de su ídolo y horas después, se volvió un gran coro del “El Noa Noa”. Recientemente Silvia Urquidi, antiguo manager del cantante, puso en duda que la urna que varios vieron tuviese los restos de su también amigo, pues incluso un doctor de apellido Gómez, psiquiatra, apuntó que el crematorio a donde fue llevado el cuerpo y que ya no existe, es distinto al que informaron oficialmente.