El Ben Stiller que conocemos hoy es el reflejo de una infancia que, aun siendo hijo de actores reconocidos, está lejos del glamour que caracteriza a Hollywood.
Sus padres, admite el actor estadounidense, formaban un equipo de comedia y tenían que escribir su propio material. “Debían tener éxito para mantener a la familia a flote”, recuerda Stiller, quien comparte pasajes de su vida a través del documental Stiller & Meara: nothing is lost.
Nada se daba por hecho en casa y sin embargo, dice el actor de los filmes Una noche en el museo y Zoolander, y director de Severance, tuvo una bonita infancia. “Quería capturar la sensación de aquella época. Lo que documento en la película es cómo era ser un niño en los años 70 y 80 en Nueva York, con padres que eran actores profesionales, famosos, pero que no vivían en alguna mansión de Beverly Hills”, comenta.
Creatividad y familia
Al fin y al cabo, explica Stiller, su vida privada es casi como la de cualquier otra persona, y es algo de lo que deja ver en el documental, en el que comparte temas que considera universales, como las relaciones entre padres e hijos, el reflejo de la crianza y la enseñanza de cosas buenas y malas. “Las familias son complicadas. Espero que mi historia familiar más allá del aspecto del espectáculo sea algo con lo que la gente pueda identificarse”, declaró.
El también director explora el impacto de sus padres tanto en la cultura popular como en el hogar, donde las fronteras entre la creatividad, la familia, la vida y el arte a menudo se difuminan. “Con los padres y los niños, mucho de lo que aprendes es por ósmosis, con sólo estar cerca de ellos, lo que ves que hacen y cómo abordan la vida, es lo bueno, lo malo, todo. Con suerte, si tus padres son buenas personas, puedes obtener muchas cosas buenas”, señala.
En el proceso, se centra en sí mismo y en su familia para examinar la enorme influencia de Jerry y Anne en sus vidas y las lecciones generacionales que todos podemos aprender de quienes amamos. “La ética de trabajo de mi padre es algo que absorbí porque era lo que él hacía, siempre se esforzaba creativamente por superarse a sí mismo y explorar su pasado, escribir, crear y probar cosas nuevas”, recuerda.
“De mi madre heredé su sensibilidad. Siempre sentí que tenía un gran sentido del humor y un estándar alto en términos de lo que consideraba un buen trabajo, pero por el otro lado era como un niño tratando de convencerse de ello. Además, aprendí sobre amor; son un ejemplo de un matrimonio que pasó por altas y bajas que, creo, también afectaron en mi vida”, refiere.