En Balderas 94, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, a unos pasos de la estación del Metro Juárez y casi enfrente del mercado de artesanías de La Ciudadela se encuentra un abandonado y descuidado edificio que alberga el patrimonio documental más importante de la historia del agua en México.
Ahí están los registros del agua de la época colonial, así como documentos generados durante el Porfiriato sobre la infraestructura hidráulica y hasta llegar a informes geológicos e hidrológicos de finales del siglo XX; además de una colección fotográfica que retrata la historia del agua de diferentes épocas.
Ese importante acervo histórico y patrimonial del país —que fue inscrito por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en la categoría de Registro Memoria del Mundo en México, en marzo de 2018— se encuentra en manos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en un inmueble de valor artístico e histórico que data de la época del gobierno de Porfirio Díaz, construido durante la modernización de la Centro Histórico de la ciudad unos años antes del centenario de la Independencia.
El amplio catálogo que se resguarda en el edificio de Balderas 94, sede del Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua, se compone de más de 240 mil expedientes clasificados y organizados, en siete fondos documentales que abarcan desde 1558 a 1990, la mayoría rescatados y donados por las instituciones que precedieron a la Conagua, tal como la Secretaría de Fomento (1891-1917) y la Comisión Nacional de Irrigación (1926-1946), entre otras.
Aunque el Archivo Histórico del Agua fue fundado en 1994 y se mudó a sus actuales instalaciones en 2013, la falta de mantenimiento general y el desinterés de las autoridades por llevar a cabo trabajos de restauración del inmueble han acelerado el deterioro, que se nota a simple vista.
En un recorrido realizado por este diario, se pudo constatar que el edificio presenta pinturas de grafiti y manchas de humedad en casi toda sus fachadas, ventanas rotas y cuarteaduras; la puerta secundaria, ubicada en la esquina de Ayuntamiento y Balderas, se encuentra oxidada y con grafiti.
Un medio de comunicación solicitó ingresar a las instalaciones para conocer el estado del inmueble por dentro, pero no fue permitido por los guardias que cuidan el lugar. De acuerdo con un letrero en la puerta principal, para ingresar se debe pedir una solicitud a un número telefónico o al correo de la Conagua y agendar cita, aunque, según información de la página web de la dependencia, no se darán consultas hasta febrero.
También se le pidió al área de Comunicación Social de la Comisión Nacional del Agua información sobre el edificio y si se cuenta con dictámenes de los daños y planes de acción urgente para restaurarlo, además de datos sobre el estado del archivo histórico y su uso, pero no hubo respuesta hasta el cierre de esta edición.
Valor artístico y patrimonial
Aunado a otras emblemáticas edificaciones del Porfiriato, como el Palacio de Bellas Artes, el Palacio de Comunicaciones y Obras Públicas (hoy sede del Museo Nacional de Arte) y el Palacio Postal, por mencionar algunos, el edificio que hoy alberga el Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua comenzó su construcción en 1897 y se levantó en totalidad en marzo de 1902 para ser la sede del Instituto Médico Nacional (IMN). El arquitecto encargado del proyecto fue Carlos Herrera, hijo del investigador naturalista Alfonso Herrera.
Sobre el INM, fue creado en 1890 y tuvo su primera sede en una vivienda ubicada actualmente en frente a la Academia Mexicana de la Historia, en la calle Ernesto Pugibet, entre Balderas y Revillagigedo; tuvo la función principal de realizar investigación médica para apoyar a los hospitales del país, especialmente en área de herbolaría y flora medicinal en México.
Pero la edificación tuvo su época de esplendor en el Porfiriato. De acuerdo con el historiador y médico Francisco Fernández del Castillo, en su obra Historia bibliográfica del Instituto Médico Nacional de México (1956), la investigación que se realizó en esa época —en aquel recién inaugurado inmueble— fue pionera en el estudio de las plantas medicinales en el país y pretendió ser un referente mundial para otros institutos del mundo.
La construcción, que abarca un terreno de más de 2 mil metros cuadrados, tiene características arquitectónicas con una clara influencia ecléctica y neoclascista, estilo que predominó en otras construcciones de la época porfirista y que se utilizó para mostrar la modernización del país.
“El estilo tiene influencias eclécticas, es lo que estaba ‘de moda’ a finales del siglo XIX y a principios del XX en México y se puede ver una combinación de diferentes estilos, pasando específicamente por el estilo Tercer Imperio, propio de la época de Napoleón Tercero, y que Porfirio Diaz usó por la influencia que tenía de Francia”, explicó Veka Dunkan, historiadora del arte por la Universidad Iberoamericana.
Por otro lado, de acuerdo con la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Históricas y Artísticas, en el capítulo III, artículos 34, 35 y 36, las obras, monumentos y edificaciones con alto valor estético construidos durante el siglo XX y cuyo significado contribuya a explicar los contextos urbanos y la historia del lugar, deberán ser declarados como monumentos artísticos.
“El edificio está catalogado como inmueble artístico por la época; aunque se comenzó a finales del siglo XIX, fue en 1902 cuando fue inaugurado, esto quiere decir que la Conagua es la entidad responsable de llevar a cabo las restauraciones necesarias”, expresó Dunkan.