En Oaxaca hay un proyecto que está cambiando los horizontes ante la pobreza, la violencia de género, la desigualdad y la inseguridad. Un programa que desde hace 15 años cambia vidas y finca sueños.
Carece de un nombre rimbombante, pero tiene un espíritu transformador, son las Bibliotecas Móviles Rurales que impulsa desde el programa Seguimos leyendo la Fundación Harp Helú y que hace un mes, tras dos años impedidos por la pandemia, retomó su rodada llevando libros a las comunidades oaxaqueñas más alejadas de la capital y más necesitadas de cultura, en cuatro rutas: Sierra Norte, Mixteca, Istmo y Región Triqui.
Se trata de cuatro bibliotecas móviles, con dos promotores-conductores cada una, que salen del centro de Oaxaca cada primer lunes de mes y regresan 20 días después. Van armados de una colección de 2 mil títulos para todas las edades, con clásicos de Edgar Allan Poe, Gabriel García Márquez, José Saramago, Agatha Christie; con libros de ciencia y gastronomía, sobre la naturaleza y la Tierra; y también llevan discos y películas, y un inagotable deseo de compartir la lectura y cambiar vidas a través de las historias de los libros.
El 7 de octubre, las Bibliotecas Móviles Rurales retomaron sus rutas tras más de dos años de ausencia. En marzo de 2020 el covid-19 detuvo sus caminos y pararon su rodada. El pasado jueves, arrancaron el segundo mes de su viaje. Cada mes regresan a las mismas comunidades, impactan a los niños, madres, padres, maestros, abuelos, y suman más.
En 15 años, las bibliotecas que ruedan por Oaxaca llevando historias, han atendido entre 700 y 800 mil usuarios, entendiendo por usuarios a los escuchas de lecturas en voz alta, participantes en talleres, credencializados, quienes acuden a las funciones de cine y observación de telescopios, según indica Socorro Bennets, directora de proyectos educativos de la Fundación Alfredo Harp Helú, A. C.
La coordinadora de las Bibliotecas Móviles Rurales y del programa Seguimos Leyendo, asegura que este modelo de promover la lectura tiene su éxito en la continuidad, en ir cada mes a las mismas comunidades y atender a las mis poblaciones, porque conciben que ese “goteo” mensual de contacto con los libros es la forma más efectiva de crear lectores.
“Dice la doctora María Isabel Grañén Porrúa (presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú) que la lectura y el arte es como una gotita de agua, entonces imagínate en 15 años, en 12, en diez, en seis años lo qué hemos logrado, porque la ruta más longeva es Sierra Norte, hace 15 años, y la más joven es el Istmo, la iniciamos en 2018, hace cuatro años”, señala Socorro Bennets.