Camino es una película sin duda fascinante. Si bien puede parecer una historia de lo más sencilla y acotada (una niña muere por un tumor maligno poco después de experimentar el amor romántico), no lo es así su contexto.
La historia empieza, curiosamente, por el final. Y es que en esta película, el hecho de la muerte de la protagonista es una obviedad manifiesta tanto en los trailers como en la sinopsis, o en el propio cartel; no en vano, está basada en hechos reales. El director quiere dejar claro desde el principio lo que se va a encontrar el espectador, y lo hace desde una óptica curiosa, de manera que incluso podemos llegar a creer que estamos frente a una película de mera propaganda religiosa.
Camino, la protagonista, es una niña de once años criada en el seno de una familia perteneciente a la secta del Opus Dei por parte de la madre (la cual somete a los suyos a sus creencias con su personalidad maquiavélica y manipuladora). Educada en un colegio privado católico y apuntada, por empeño de su madre, en un grupo de adoctrinamiento encubierto, no es de extrañar que la niña muestre una férrea fe religiosa para su tierna edad, amparada por su ingenuidad infantil, y sea una devota practicante.
Camino sin embargo es, al fin y al cabo, una niña normal. Pasa una época muy feliz en su vida, en la cual incluso llega a enamorarse de un chico de su edad con el que solo llega a tener una conversación. Pronto, llega la tragedia: un tumor maligno daña su columna vertebral y su cuerpo queda paralizado. Previamente, la niña sufre inciertos dolores en su cuello y parte alta de la espalda, pero los médicos, despreocupados, afirman que son simples problemas probablemente derivados de una contusión. El dolor de Camino se agrava, sin embargo, y el resignado estoicismo promovido por las ideas de su madre la impulsa a reprimir su búsqueda de ayuda.
Un buen día, ella simplemente se desploma y poco después descubre, para su espanto, que es incapaz de moverse. Toda su vitalidad, sus sueños y sus esperanzas de futuro quedan reducidos a la nada cuando le diagnostican su fatal padecimiento, y las escasísimas probabilidades de sobrevivir. Su familia decide enviarla muy lejos de su entorno a una clínica privada de prestigio, con la esperanza de que traten mejor a su hija, pero alejándola también de todos aquellos a quien ama y que no podrán acompañarla en su inevitable recorrido hacia la muerte.
Camino es una historia de duelo, de dolor, pero también de cómo la ingenuidad y la ilusión infantil, así como la fe, consiguen que una niña acepte el trance de tener que decirle adiós a todo. Trata por una parte el amor y por otra la religión, esta última desde una perspectiva algo ambigua, ya que, a pesar de que el director manifiesta ser neutral, la visión personal acerca de los últimos momentos de la niña demuestran ser muy críticos con la sobresaturación de adoctrinamiento que esta sufre por su propia madre. No en van la película fue censurada por algunos sectores de la Iglesia, pues deja una puerta abierta al hecho de que los motivos de la beatificación de la niña fueron más una interpretación libre de su entorno perteneciente al Opus Dei que un reflejo sincero de sus sentimientos infantiles.
El debate está servido. ¿Fue la fe en Dios lo que motivó a Alexia, (la niña real en que inspira Camino) a aceptar su muerte con una sonrisa, o fue su personalidad vivaz fortalecida por sus sentimientos de amor romántico? Probablemente, ambas cosas, o ninguna. Lo que es indudable, y contrastado científicamente, es que los pacientes que se declaran devotos a una religión se quejan menos, y tienden a mejorar más y más pronto de sus enfermedades. Desde la psicología esto tiene la sencilla explicación de que un paciente con fe es un paciente que se toma la vida en positivo y, teóricamente, tiene más probabilidades de encontrarse en serenidad, lo cual lleva a su vez a la evitación del estrés, que es un efecto totalmente dañino y perjudicial para el sistema inmunológico y regenerador del propio cuerpo.
Pero, al igual que la fe en Dios, sentimientos positivos como el amor o el apoyo social también demuestran realizar esta función atenuante que tanto ayuda en la superación de enfermedades y la aceptación de la propia muerte cuando es larga y dolorosa. Camino (o Alexia, si hablamos del caso real) tenía por una parte el amor de su familia y el apoyo de sus amigos, así como el amor romántico por un chico que acababa de conocer, y por otra, la fe en dios transmitida constantemente por su madre. Aunque en la película se deja entrever que la madre de Camino llega a atormentar a su hija por causa de la religión (dejando a un lado el cariño maternal), probablemente la Alexia real no experimentó lo mismo, aunque está claro que sus últimos momentos de vida serán siempre un misterio.