Las invasivas arañas joro llevan desde 2014 construyendo sus enormes telas doradas en todo el este de Estados Unidos. A veces las telas están solas, pero otras veces 10 o 15 hembras habitan en un mosaico de telas interconectadas que se extienden hasta lo alto de un árbol, una especie de complejo de apartamentos para arácnidos. Una nueva investigación descubrió que estas arañas, típicamente tolerantes, pueden llegar a atacarse unas a otras.
Las arañas joro son originarias del este de Asia. Las hembras parecen una uva amarilla y negra con palillos clavados en ella, lo suficientemente grandes como para llenar la palma de la mano, describe Andy Davis, ecólogo de la Universidad de Georgia en Atenas. “Para alguien con aracnofobia, esta cosa es materia de pesadillas”, señala.
A pesar de su aspecto aterrador, no hacen daño a las personas ni a las mascotas. Davis y sus colegas han descubierto que estas criaturas son en realidad bastante tímidas. Si se sopla aire en la cara de una joro, se queda inmóvil durante más de una hora, mientras que otras especies se quedan quietas durante unos minutos. “Las hemos calificado como una de las arañas más tímidas del mundo”, sostiene el ecólogo.
Por qué luchan las arañas joro
Los estudiantes de Davis capturaron arañas joro (Trichonephila clavata) y organizaron encuentros para buscar pistas sobre qué es lo que provoca la agresividad. Cuando 25 parejas de hembras de tamaño similar se encontraron en un recipiente plástico para almacenar alimentos, se produjeron peleas en el 40 % de los casos.
En algunos combates, se arrancaban las patas unas a otras, mientras que en otros, la ganadora hincaba sus colmillos en la perdedora. Por lo general, las más grandes tienen ventaja en el combate, por lo que el equipo de Davis se sorprendió al ver que, en 27 encuentros entre hembras de diferentes tamaños, solo se produjeron peleas en jaulas en el 18 % de los casos, y las arañas más grandes no siempre eran las que iniciaban el conflicto.
Pero los envases de plástico no son el hábitat habitual de las joro, y eso podría influir en su comportamiento. Tienen patas largas adaptadas para moverse rápidamente por la telaraña, apunta la ecóloga Erin Grabarczyk, de la Universidad Estatal de Valdosta, en Georgia, que no participó en el trabajo. “Si las pones en el suelo, parecen cervatillos: se tambalean un poco”. Es posible que el recipiente para almacenar alimentos las estresara, comenta.