La Casa Luis Barragán, construida en 1948 en la colonia Daniel Garza, en el antiguo barrio de Tacubaya de la Ciudad de México, “integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y vernáculos, así como diversas corrientes filosóficas y artísticas de todos los tiempos”.
Considerada un icono de la arquitectura mexicana del siglo XX, la residencia estudio-taller diseñada por el arquitecto jalisciense Luis Barragán (1902-1988), ganador del Premio Pritzker 1980, donde vivió los últimos 40 años de su vida, festeja dos décadas de haber sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 2004.
Es el primer monumento moderno en América que recibió este reconocimiento. Es importante ver que la arquitectura moderna puede ser patrimonio. En México tenemos 35 monumentos Patrimonio de la Humanidad, pero solo dos son del siglo XX: la Casa Barragán y el Campus Central de la UNAM (2006)”, detalla en entrevista Guillermo Eguiarte, director de la casa.
El inmueble llega a los 20 años del reconocimiento mejor que nunca, porque tenemos una gran solicitud de visitas, con lo que podemos vivir de las entradas y eso ayuda a darle mantenimiento.
En 2023 recibimos a 17 mil personas. Es un número bajo, pero requerimos que así sea. La atención es por medio de visitas guiadas a grupos pequeños. Queremos conservar la casa, que no pierda la frescura”, comenta el también proyectista.
Destaca que la mansión permanece intacta como cuando Barragán vivía. “Tenemos unos andadores para proteger las alfombras originales; existe una serie de restricciones de no tocar, pero lo hacemos para conservarla.
Deseamos que sea el santuario arquitectónico de los jóvenes, que entiendan su valor y por qué hay que cuidarla. Solo así podrá conservarse en el futuro este patrimonio, que interese a las nuevas generaciones”, agrega.
El promotor cultural recuerda que, para Barragán, su arquitectura era autobiográfica. “Y su casa lo es esencialmente, es muy especial. Fue construida durante los 40 años que él la habitó. Guillermo Eguiarte asegura que “la arquitectura no requiere de un lenguaje hablado, es empático, se siente. Son lugares para ser percibidos con los seis sentidos. Algunos visitantes lloran en ciertos puntos de la casa, porque sienten nostalgia. Que un monumento del siglo XX transmita estas emociones por medio de muros, luz, el piso, materiales, texturas, es muy interesante”, añade.
Dice que Barragán logró “articular un discurso interno juntando las culturas de Norteamérica, Sudamérica, Asia, Europa e incluso las de Oceanía. En pocos sitios del mundo se puede lograr esta articulación para ser entendida por todos. La casa es un elemento que por sí mismo brinda un discurso tan específico, que la gente sale emocionada”.