“Hay que otorgarle a Ricardo Garibay el lugar de protagonismo que merece en la literatura mexicana”, dijo la narradora Socorro Venegas durante la mesa redonda llevada a cabo en el Auditorio Adolfo Best Maugard del Museo Nacional de Arte (Munal) para celebrar el natalicio número 100 del escritor y periodista, evento en la que también participaron la crítica literaria Mary Carmen Sánchez Ambriz, el ensayista Armando González Torres, la escritora Josefina Estrada, la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Lucina Jiménez y la Coordinadora Nacional de Literatura, Leticia Luna.

Garibay nació el 18 de enero de 1923 en Tulancingo de Bravo, Hidalgo; ganó prestigiosos premios como el Mazatlán de Literatura en 1966 por su novela Beber un cáliz, el premio al mejor libro extranjero publicado en Francia en 1975 por La casa que arde de noche, el Premio Nacional de Periodismo en 1987 y el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada en 1989 por Taíb. En 1994 se convirtió en creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA). También fue famoso por los programas de televisión que condujo en Imevisión, Canal Once y Canal 22, así como por sus guiones de cine Los hermanos del hierro, El Milusos y Las glorias del gran Púas.

Al inicio de la mesa, Estrada tomó la palabra y subrayó que aunque Garibay era reconocido por sus colaboraciones en televisión y estuvo en el radar de ciertos intelectuales y escritores (de 1982 a 2018 se hicieron nueve tesis sobre él en la UNAM), nunca fue un autor masivo. Antes no era sencillo conseguir su obra, abundó Sánchez Ambriz durante su participación; solo el gobierno de Hidalgo, en coedición con el Conaculta y Océano, editó la obra completa de Garibay, volúmenes que se conseguían únicamente en las tiendas Educal.

En 2019 —continuó Estrada— Penguin Random House lanzó el primer título de una serie de obra selecta de Garibay en el que se incluyeron La casa que arde de noche y Par de reyes, novela que, en palabras de González Torres, es, por el ritmo hipnótico de su lenguaje, la forma en que retoma los paisajes rústicos del norte del país y la tensión dramática, uno de los puntos más altos de su narrativa; opinión que, en su momento, también compartió el novelista Vicente Leñero.

El segundo tomo incluyó Triste domingo y Beber un cáliz, donde la ficción y lo autobiográfico se unen para abordar el duelo y la muerte. El tercer volumen abarcó Fiera infancia y Cómo se gana la vida, y fue prologado por Josefina Estrada. La escritora sugirió que, al menos una biblioteca en cada estado, debería ser bautizada con el nombre de Garibay, quien continuamente decía que un pueblo que no lee es un pueblo que acabará siendo la servidumbre de un imperio.

Mientras que Socorro Venegas, quien leyó a Garibay en sus años formativos y dijo que debió ser una discípula más insistente, recordó la amistad que se forjó entre ella y el novelista, y cómo Garibay, en un gesto generoso, escribió la cuarta de forros de La risa de las azucenas, libro que Vengas publicó en Tierra Adentro.

La autora de La noche será negra y blanca (Ediciones ERA, 2009) recordó también una frase de Garibay que fue prueba de sus valores como escritor: “Escribo de rodillas. No me arrodillo ante nadie, pero sí ante la literatura”. Además de que en algún momento le llegó a decir que los escritores de “la república de las letras” no lo despreciaban, pero él sí los despreciaba a ellos. Lo cual se empalmó con las palabras de Sánchez Ambriz, quien mencionó que Garibay detestaba la obra de autores consagrados como Octavio Paz, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.