A unos días del cierre de la administración actual, el Centro Cultural Tijuana (Cecut) termina su gestión con la crítica de la comunidad cultural y una tragedia, la muerte de su gerente de Informática, José Ramos, quien el pasado 25 de julio cayó del tercer piso del inmueble donde laboró más de 20 años.
Desde su fundación, en octubre de 1982, el espíritu del Cecut fue convertirse en el bastión de la cultura federal, más allá de la capital del país, una filial que verdaderamente descentralizara el quehacer artístico y un puente para las actividades bifronterizas entre México y Estados Unidos.
Esta compañía operadora que es la “única infraestructura de la Secretaría de Cultura, fuera de la capital del país” tiene el compromiso de satisfacer las necesidades artísticas y culturales del noroeste, se afirma en su página oficial. En las 3.5 hectáreas de sus instalaciones tiene un Domo IMAX, el Museo de las Californias, la Sala de Espectáculos, El Cubo (tres salas de estándares internacionales), Salas de Exposiciones Temporales, Cineteca, Acuario y Salones de Ensayo.
Problemas
Para el gestor cultural Benito del Águila, uno de los mayores problemas es que el centro debería estar obligatoriamente en las manos de alguien con un alto conocimiento administrativo: en el caso de su actual directora, Vianka Santana, hay un conocimiento cabal, dice, de la cara técnica de la cultura. “Pero estamos hablando de que el Cecut es una S.A. de CV, es su razón social y, en mi humilde opinión, ha habido errores administrativos en cuanto a la administración de recursos”, señala. Y precisa como uno de estos problemas estructurales la ruptura de contratos, por ejemplo, con el restaurante y la cafetería del Centro al inicio de esta gestión.
En otras palabras, el error está en la parte administrativa, cuyo cambio de paradigma se empalma con las cifras irregulares del gasto programable de cada año, que incluye el presupuesto etiquetado más ingresos propios. En la página del Presupuesto de Egresos de la Federación puede verse cómo en 2018 se dispuso de 128 millones 131 mil 454 pesos como cifra inicial; al siguiente año, el primero de la administración se aumentó a 134 millones 37 mil 880 pesos y para 2022 hubo una caída dramática (94 millones 440 mil 561). En 2023 fue de 122 millones 90 mil 707 pesos y en 2024, de 129 millones 359 mil 824 pesos, cifra apenas superior a la de 2018, pero que no considera la inflación y que se vuelve más cuestionable.
Sin grandes exposiciones
Del Águila señala directamente el descuido de los recursos que el centro podía generar por su cuenta. “Cada año, en enero era rentado el teatro del Cecut por el hipnotista John Milton. ¿Quién renta un espacio durante un mes muerto? Era mucho lo que generaba de recurso propio. Además, en esta administración ya no vimos las grandes exposiciones de Fernando Botero, Frida Kahlo, José Luis Cuevas y David Alfaro Siqueiros que sí vimos en el pasado”, dice, y añade que más allá de las ediciones de la trienal de arte, no hubo algo importante.
Había escritores, cuenta, que sesionaban en el Cecut y de golpe se cortó la relación con ellos; hubo organizadores de eventos que dejaron de rentar el espacio porque “para la dirección esto no iba con la nueva mística cultural. Ahora lo que hacen son eventos que promueven la convivencia social; cayó mucho en este tipo de eventos que desequilibran el otro lado”.
Subraya que desde el principio hubo una intención de cortar de tajo con el pasado: en el despido masivo de muchos de los trabajadores se fue lo que la administración anterior ahorró, a lo que habría que sumarle la mala suerte de la pandemia.
Alfredo Valles, quien laboró 13 años en varias áreas del Cecut y fue despedido en 2019, señala que hubo casos donde no se respetaron derechos laborales y se procedió a la demanda que, tras cinco años, no ha terminado. “En 2018 éramos arriba de 500 empleados. Han ocurrido varias olas de despidos y, en la que a mí me corresponde fueron entre 20 y 30 trabajadores, pero en la pandemia tengo conocimiento de que, en un sólo día, se despidió a 80. Eso ha implicado un incremento en la carga laboral y una precarización cada vez más notoria”, afirma.
Del Águila asegura que como usuarios “notamos la falta de personal y de insumos hasta en los baños. Ese tipo de detalles que revelan que está en declive la parte administrativa. Cada año hubo recortes en cultura y mucho del presupuesto federal se fue para el Proyecto Chapultepec. La falta de personal lamentablemente se ve reflejada en accidentes fatales. Vianka entró con la espada desenvainada, intentando cortar todo lo que tuviera que ver con el pasado”.