“Pregúntame lo que quieras, pero no de dónde vengo, sino a dónde voy”, dice la cantante delante de la cámara, mientras se moja los labios con tequila, en la cinta que lleva por nombre Chavela.
Corría el año 1991. La cantante costarricense había vuelto a los escenarios luego de una pausa de casi 13 años y a Catherine Gund le pareció importante documentar ese momento, acercarse a una mujer septuagenaria, tan desgarrada por dentro que el dolor del olvido y la soledad que le dieron compañía entre cigarrillos y tragos dieron a su voz una personalidad propia, aterciopeladamente diabólica.
El material rodado por la cineasta australiana Catherine Gund, un par de semanas después de que Vargas reapareciera en El Hábito, un pequeño teatro de Coyoacán, México, su país de adopción, es la base del documental más completo realizado nunca sobre Chavela, como la llamaban su admiradores. La cinta, codirigida con la estadounidense Daresha Kyi, incluye material inédito y muchos testimonios, incluidos los de Miguel Bosé, Laura García-Lorca y Pedro Almodóvar, quien la rescató de la penuria, casi de la muerte, para darle lo que ella denominó “una segunda vida”. La incluyó en La flor de mi secreto y luego fue su mentor.
“Yo vine al mundo cantando; cantaba en todos lados. Nací el 17 de abril de 1919 en Costa Rica. Fui una niña muy triste, muy sola. Mis padres se dieron cuenta de que yo era una niña/niño”, recuerda la cantante, a quien sus progenitores escondían de las visitas por su extraña manera de ser y vestir. Cuando el matrimonio se divorció, la niña, que no se llamaba Chavela sino María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, se fue a vivir con sus tíos.
A los 17 años voló del nido y se marchó a México, “tierra de hombres, que me enseñó a ser lo que soy”, afirma Chavela Vargas. No tardó en revelarse como “la más macha entre los machos” recuerda Eugenia León, una de las personalidades que enriquece con su testimonio la película, que documenta con fotos la relación de cariño y admiración que mantuvo con la artista Frida Kahlo, cuyo aspecto y “cejas juntas que le hacían parecer una golondrina” deslumbró a Vargas.
Queda en el aire si fueron amantes, pues Chavela, joven, impetuosa, salvaje y bella, era seductora y su cama amplia. Cantó en la boda de Elizabeth Taylor y Michael Todd, fiesta en la que “los unos acabaron en los brazos de los otros”, afirma la cantante en el documental. Ella jura que amaneció con Ava Gardner.
Sus amantes se contaron por decenas. Señoras de postín, esposas de gobernantes y hasta la novia del todopoderoso empresario Emilio Azcárraga, quien luego vengaría ese ultraje utilizando toda su influencia para vetar su carrera musical. Y lo logró. A Chavela se le cerraron las puertas, cayó en el olvido, la penuria y el alcohol. Hasta que la abogada Alicia Pérez Duarte se cruzó en su camino e iniciaron una relación.