Hace un siglo, un hombre decidió catapultar la imaginación del mundo. Hoy, esa magia se extiende desde la animación y parques temáticos hasta el universo digital del streaming y la inclusión de diversas culturas. .
Como diría Disney: “Nunca debemos de olvidar que todo comenzó con un ratón”. Mickey Mouse y Minnie saltaron del respirador de Walt y el dibujante Ub Iwerks en 1928 con su Steamboat Willie (primer corto sonoro animado), y de ahí el resto es historia.
Los recién fundados Estudios de Animación Disney el 16 de octubre de 1923 habían arrojado al mundo un personaje que se volvería icono de la cultura de Estados Unidos y exponente de la recién fundada cultura pop. La apuesta por llegar a los sentimientos de la audiencia con historias en su mayoría basados en cuentos clásicos fue el motor detrás de lo que Disney bautizó como “la ilusión de la vida” al referirse a que el público los sintiera reales.
El creador de Mickey Mouse también impulsó la innovación tecnológica. Blanca Nieves y los siete enanos (1937) fue el primer largometraje animado de la historia; Pinocho (1940) y Bambi (1942) usaron la fabricada cámara de multiplanos para crear tridimensionalidad en los escenarios, y Fantasía (1940) se sumó al revelar el poder profundo de la animación integrada con música clásica que se escuchó en sistemas novedosos de audio en el teatro.
Cuando Disney murió, el estudio tardó casi década y media en reponerse, con indicios de que se cerraría su división animada. La era de CEO de Michael Eisner y Jeffrey Katzenberg trajo con el empuje de Roy Disney (sobrino de Walt) la oportunidad que los nuevos artistas crearan La sirenita (1989), La Bella y la Bestia (1991) y El rey león (1994). Se comprobó que el “toque Disney” seguía estando en las nuevas generaciones.