Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, un suburbio costero al norte de Dublín, Irlanda. Hijo de un funcionario público, fue el tercero de siete hermanos; su infancia estuvo marcada por la enfermedad: pasó los primeros siete años de su vida postrado en cama por causas desconocidas.
Durante ese tiempo, su madre, Charlotte Thornley, le contaba historias de fantasmas, pestes y aparecidos, propias del folclore irlandés. Aquellas narraciones macabras, unidas a la soledad del encierro, sembraron en el pequeño Bram la fascinación por el misterio y lo sobrenatural que más tarde definiría su obra.
Superada la infancia, Stoker se convirtió en un joven robusto y activo, estudiando Matemáticas y Ciencias en el Trinity College de Dublín, donde también destacó como atleta y orador. A los 24 años ya trabajaba como funcionario y escribía críticas teatrales para el Dublin Evening Mail, propiedad de Sheridan Le Fanu, autor de Carmilla, una historia de vampiros publicada años antes de Drácula.
En 1878 se casó con Florence Balcombe, quien había sido novia de Óscar Wilde, y ese mismo año se trasladó a Londres para trabajar como secretario personal del célebre actor Henry Irving. Allí dirigió durante casi tres décadas el Lyceum Theatre, uno de los escenarios más prestigiosos de la época victoriana.
Aunque Bram Stoker dedicó gran parte de su vida al teatro, escribía en sus ratos libres. Publicó relatos y novelas de diverso éxito, como El desfiladero de la serpiente (1890) o La joya de las siete estrellas (1903), pero ninguna de estas alcanzó la notoriedad de Drácula, publicada en 1897.
Curiosamente, la crítica de su tiempo no recibió la obra con entusiasmo. Sin embargo, el público sí lo hizo, y con los años el conde transilvano se convirtió en uno de los personajes más influyentes de la literatura universal.
De dónde surgió
El origen de Drácula es el resultado de una laboriosa combinación de fuentes históricas, folclóricas y literarias. Stoker pasó siete años recopilando información, notas y referencias antes de concluir la novela.
En los años noventa del siglo XIX viajó a Whitby, una localidad costera del norte de Inglaterra, donde comenzó a escribir los primeros capítulos y tomó nombres y detalles reales de lápidas del cementerio local, así como del naufragio de un barco ruso llamado Dmitri, que en la novela se transformó en el Demeter.
Allí también descubrió en la biblioteca un libro de William Wilkinson titulado An account of the principalities of Wallachia and Moldavia (1820). En este encontró la palabra “Drácula” y una nota al pie que explicaba que, en lengua valaca, el término significaba “diablo”.
Stoker subrayó la palabra en sus apuntes y cambió el nombre original de su villano, que hasta entonces era “Conde Wampyr”, por el definitivo: Drácula. A menudo se dice que Stoker se inspiró en Vlad III, príncipe de Valaquia, conocido como “El Empalador” por su crueldad, pero las notas del autor demuestran que su conocimiento del personaje era escaso.
Lo más probable es que tomara solo el nombre, sin saber que aquel histórico personaje había sido apodado “Draculea”, es decir, “hijo del dragón” o “hijo del demonio”. De hecho, fue en el siglo XX cuando se comenzó a vincular al vampiro ficticio con el gobernante rumano, en parte por motivos turísticos y culturales.
Otra fuente crucial para la creación del mito fue el ensayo Transylvanian superstitions (1885), de la escritora escocesa Emily Gerard. En ese texto, Stoker encontró descripciones de creencias populares sobre los no muertos y supersticiones rurales de los Cárpatos, así como el término “nosferatu”, que utilizó en su novela para referirse a los vampiros.












