Los encargados de redes sociales del partido Movimiento de Regeneración Nacional volvieron a equivocarse. El 20 de enero, publicaron un mensaje en conmemoración del ilustrador José Guadalupe Posada, pero con la fotografía de José Clemente Orozco.

“José Guadalupe Posada, creador de nuestra amada Catrina, es el responsable de que el mundo conozca y admire un elemento importantísimo de nuestra cultura. Hoy lo recordamos y hoy le volvemos a agradecer”, expresaron en la cuenta de Twitter de Morena, sin percatarse del error hasta pasado el mediodía, cuando el tuit fue borrado.

Posada, grabador mexicano fallecido el 20 de enero de 1913, se hizo famoso por sus litografías con escenas de muerte, estampas populares y caricaturas sociales. Pintor y caricaturista, es reconocido a nivel internacional por ser el creador de la Catrina, además de que se hizo famoso por sus litografías con escenas de muerte, estampas populares y caricaturas, inspiradas en la sociedad mexicana del siglo antepasado. 

El 20 de enero de 1913, falleció el grabador e impresor aguascalentense José Guadalupe Posada, a quien el poeta Octavio Paz consideraba “no un artista del siglo XIX: como Alfred Jarry, es nuestro contemporáneo. También será el contemporáneo de nuestros nietos”.

André Bretón, en el prólogo de su Antología del humor negro, dice que “el triunfo del humor al estado puro y pleno, en el dominio de la plástica, debe situarse en una fecha próxima a nosotros y reconocer como a su primer y genial artesano al artista mexicano José Guadalupe Posada”.

Paz observa que el poeta francés no vacila en comparar los grabados de Posada, en blanco y negro, con ciertas obras surrealistas, especialmente los collages de Marx Ernst. Con Posada no solo comienza el humor en las artes plásticas modernas, sino también el movimiento pictórico mexicano. 

Paz pone como ejemplo de la universalidad de Posada a la famosa Catrina, que no es únicamente una estampa satírica de las señoras elegantes de su tiempo; es una imagen poética, un emblema en el que el lujo se alía a la muerte: plumas, sedas y huesos. Es la moda, pero vista desde la perspectiva de un Leopardi: la moda hermana de la muerte.

Posada se inició en el grabado a los 16 años en el taller de Trinidad Pedroso, luego de superar las rencillas familiares sobre su futuro artístico. Con Pedroso aprendió los secretos de un oficio tan antiguo como complicado. Los resultados están a la vista de todos. 

La caricatura fue una decisión personal y natural, por lo que su jefe lo introdujo al mundo del periodismo y la prensa gráfica. En El Jicote, que data de 1871, aparecieron sus primeras obras en este sentido.

La familia de Posada estaba preocupada por el destino elegido por el artista, quien para sosegar los ánimos consiguió una plaza de maestro de litografía en la escuela preparatoria de León, Guanajuato, donde dio clases durante un lustro. Esto no le impidió dedicarse a los anuncios, comerciales y estampación de imágenes religiosas.

En 1888, por las inundaciones en León, regresó a la Ciudad de México, donde recibió varias ofertas de trabajo. Aquí puede decirse que despegó su carrera, ya que creó cientos de grabados para los periódicos La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas, El Hijo del Ahuizote y otras.

Junto a su prestigio, creció su poder adquisitivo y su deseo de experimentación, al utilizar planchas de zinc, plomo o acero en sus grabados. Hablar de Posada es referirse a una parte importante de la historia del arte mexicano del siglo XIX y del XX, de ahí que su influencia sea innegable en las generaciones posteriores a él, incluso en el siglo XXI.