Crónica de Yomo Etze y la música
Yomo Etze señala a los que habrán de ser sus “hijas” casaderas. Diana Ramírez/CP

En la hora más calurosa, las calles vestidas de piedras y baches; luego, en la próxima esquina a la derecha, ahí vive el señor. Llegamos a la casa de Juan Ruega González, un hombre sexagenario, delgado, serio pero muy atento. Bajamos del automóvil, una Ram, y el señor ya estaba por la puerta para recibirnos en su casa de ladrillos y techo de láminas, adornada con fotos familiares.

“Buenas tardes, don Juan, venimos a registrar la música y danza de Yomo Etze, así como lo habíamos platicado por teléfono”. Inmediatamente nos dio la mano. “Pásenle, los músicos llegarán a las cuatro, pero entren, por favor, vamos a comenzar a las cuatro de la tarde, y aquí vendrán a vestirse”, fue su respuesta. En la sala, las sillas también ya nos esperaban, y una por una ordenó las sillas don Juan. “Les ruego que se sienten” dijo. “Gracias”. “Gracias”. “Gracias”. Se escuchó.

El calor enfurecido, seguía entre nosotros. “Bajemos el equipo”. Instruyó el antropólogo José Espinosa Sánchez, quien dirige La Voz de los Vientos, la emisora ubicada en Copainalá, Chiapas, dependiente del Sistema de Radiodifusoras Culturales Indigenistas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Bastaron estas palabras para que los pedestales, micrófonos, marantz y cables empezaran a romper el silencio que pregonaba en la casa del señor. Inmediatamente se instaló el equipo de grabación.

“3, 2, 1, probando equipo de sonido, 1, 2, 3, 4, 5. ¿Se escucha bien?”, le preguntaron al “colocho” que sudaba sin cesar, y con la mano izquierda él indicó que todo estaba listo para iniciar con el registro de la música tradicional de Yomo Etze de la colonia Nuevo Carmen Tonapac de la cabecera municipal de Chiapa de Corzo. Justamente cuando se terminaba de armar el equipo de grabación, empezaron a llegar uno a uno, con tambores o sin el instrumento, los participantes. En el pueblo zoque lo describen como “el tambor saca tamales y aguardiente”.

En menos de media hora, estábamos rodeados de decenas de personas, observando a hombres que se vestían de mujeres, quienes representarían la danza de Yomo Etze. En medio del bullicio, se empezaron a escuchar los sonidos de los tambores y carrizo. Entonces, “la Chona”, “Ana María”, “Antonia” y “la Candelaria”, bautizados así por el Tzuntyi, comenzaron a danzar al son de la música zoque Yomo Etze. Reyes, sin perder el tiempo y atento, inició con el registro de la música. Natividad Rueda, flautero, empezó a relatar la historia de la danza Yomo Etze.

“Anteriormente los abuelos, los primeros hombres que vivieron hace muchísimos años, ya no vivían en paz, en armonía, sentían tristeza, entonces, un líder del pueblo dijo: vamos a inventar algo, una danza, haremos disfraces de hombres convertidos en mujeres, para que la gente pueda distraerse. Porque en ese tiempo había mucho problema, por eso inventaron la danza, entonces, cuando empezaron a danzar, los habitantes se reunieron para disfrutarlo y así volvió la calma, alegría en tiempos de conflictos”, refirió Juan Ruega González.

Fueron tres sones sin tregua, la grabadora había registrado la memoria musical, y los señores, cuando terminaron, evidenciaron sus emociones por este logro. Posteriormente, se dirigieron al atrio de la iglesia de Nuevo Carmen Tonapac para pedir permiso de que nada les sucediera durante la noche.

A partir de ahí dio inicio el jolgorio en el pueblo para danzar de casa en casa y ofrecer a las doncellas, lo que marca la llegada del Miércoles de Ceniza e inició de la cuaresma; así es como cada año fortalecen sus tradiciones los zoques de Nuevo Carmen Tonapac, pueblo que a pesar de ser una de las comunidades reubicadas a raíz de la erupción del volcán Chichonal ocurrida a finales de marzo de 1982, aún mantiene viva su cultura.