Cuando pensamos en una película que toca el tema de la homosexualidad –sobre todo en lo que a cine latinoamericano se refiere– suelen venir a la mente un sinnúmero de imágenes, principalmente de dramas crudos y trágicos que giran en torno a la discriminación, el suicidio, la violencia.
Cuatro lunas, dirigida por el mexicano Sergio Tovar Velarde (Aurora boreal), evita todo lo anterior, al mismo tiempo que ofrece una alternativa fresca y bien intencionada: hablar de la homosexualidad como si no estuviera ahí. En esta ocasión no se trata de una película sobre –y para– una orientación sexual determinada, sino una historia sobre personas en conflicto, que – ¡ah es cierto!– son homosexuales. Y esa es una de sus principales virtudes.
Contenido
Basada en las vivencias del realizador, la trama sigue 4 historias paralelas; es decir, que no se cruzan en ningún momento, con excepción de un breve encuentro de miradas. Cada una simboliza una fase lunar y es protagonizada por personajes masculinos homosexuales de distintas edades y con problemáticas diversas. Éstas incluyen a una pareja de 10 años al borde del desamor (Alex de la Madrid y Antonio Velázquez); un niño que se enfrenta por primera vez a sus impulsos sexuales (Gabriel Santoyo); 2 mejores amigos que se enamoran (Gustavo Egelhaaf y César Ramos) y un poeta casado (Alonso Echánove), que está secretamente obsesionado con un joven.
Guión
Un guión de instantes, un tono emotivo y de ternura, así como un elenco multifacético sostiene a esta cinta de 4 hilos; pero, sobre todo, la vuelven sorpresivamente amena. Se destaca en especial el humor en escenas inesperadas, como lo es una relación sexual torpe y primeriza, así como la ligereza y gracia con que fluyen las 4 vidas, sin necesidad de converger. A ello se suman, además, actuaciones como la de Mónica Dionne, sutil y emotiva; así como la de Alex de la Madrid, un novio en zozobra cuya historia es, más bien, sobre el amor propio.
Momentos como una plática intuitiva entre madre e hijo o el ruego de un novio para que no se vaya su pareja, dejan claro el realismo que el director buscó y logró imprimir en muchas secuencias; sin embargo, dicho esfuerzo es menos evidente conforme se acerca el final. La mirada humanista con que empieza el filme disminuye poco a poco y comienza a dar paso a elementos que se sienten como concesiones: algunos “crowd pleasers”, giros ingenuos o detalles muy característicos y vistos en el cada vez más anacrónico “cine gay”, como los frecuentes desnudos frontales.
Aun así, Cuatro lunas es una propuesta sensible y bien encaminada, hacia un cine que pueda tratar el tema de la homosexualidad con empatía y humor, sin ser etiquetado en un segmento. Son historias. Punto.