De campos de concentración a museos

Durante la Segunda Guerra Mundial, el nazismo asesinó a casi seis millones de personas, entre ellos homosexuales, gitanos y judíos. A ocho décadas de estos hechos, es importante entender que la ideología antisemita es producto de siglos de hostilidad hacia esos grupos, además del racismo y el sentimiento de nacionalismo exacerbado que surgió en Alemania durante el mandato de Adolfo Hitler.

Discursos como los de aquel momento aún se perpetúan contra diversos grupos. Por eso, hoy más que nunca es imprescindible entender que las diferencias no son motivo de conflicto; por el contrario, enriquecen a la humanidad.

Auschwitz fue el más famoso y letal campo de concentración y exterminio establecido durante el régimen nazi. Construido en 1940 durante la invasión alemana a Polonia, fue el principal de los seis centros de exterminio y cientos de campos de concentración y trabajo que se establecieron a lo largo de Europa.

En este, murieron más de un millón de personas, es decir una de cada seis víctimas del genocidio, perdieron la vida en esas instalaciones. Localizado a 70 kilómetros de Cracovia, es posible visitar Auschwitz I, el campo de concentración original, y Auschwitz II o Birkenau, como también se le conoce, que se creó años más tarde, como parte del plan conocido como Solución Final, que pretendía aniquilar a la población judía.

La visita a los campos es una de las actividades más populares de Polonia, si bien no son lugares agradables, resultan imprescindibles para entender uno de los episodios más trágicos del siglo pasado.

En el sitio aún se conservan algunas barracas originales, las letrinas comunitarias y lo que queda de los hornos crematorios y las cámaras de gas que los nazis trataron de destruir antes de huir, además de la inmensa colección de los objetos que fueron robados a los prisioneros, que incluye zapatos, utensilios de cocina, ropa y hasta cabello humano.

El actual memorial es de acceso gratuito, cuenta con un museo de sitio y guías en todos los idiomas.