De lo poético. Los cantos de la angustia
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Hace poco escribí un ensayo sobre la poesía nahua, pero no le hice en honor de este poeta, que en lo personal es uno de los poetas escogidos por mi sentir. Eran los años ochenta y por primera vez, en un libro de primaria de segundo año, leí:Amo el canto del cenzontle,

pájaro de cuatrocientas voces.

Amo el color del jade

y el enervante perfume de las flores,

Amo el canto del cenzontle,

pájaro de cuatrocientas voces.

Amo el color del jade

y el enervante perfume de las flores

pero más amo a mi hermano: el hombreNo puedo negar que mi mente infantil quedo presa de esa forma de expresarse; sin embargo, no podía comprender qué decía ese lenguaje. Recuerdo que ese día me fui a casa con una incómoda sensación, por no poder entender que decía lo que leí.

Muchos años hubieron de pasar para que me aproximara a las palabras del rey poeta y desentrañara este lenguaje oscuro para mis primeros años de vida. Cuando leo el poema nuevamente, entiendo un amor extraordinario a la naturaleza y a la humanidad y al mismo tiempo, un talento y una sensibilidad estética.

La mayoría de la poesía de los cantos del rey poeta son disquisiciones poéticas, reflexiones filosóficas, cantos de la orfandad y angustia. Entre los temas sobre los cuales discurrió su pensamiento, el tiempo o la fugacidad de lo que existe, de los que habitamos, la palabra verdadera surge como duda, como angustia en la contemplación de la muerte (la región de los descarnados), el enigma de todo hombre frente al Dador de vida y su existencia.

Nezahualcóyotl es el único de nuestros antiguos poetas indios cuyos cantos cubren la casi totalidad de la temática náhuatl: indagaciones sobre la naturaleza y la función de la poesía, cantos de flores o de primavera, meditaciones sobre la relación del hombre con la divinidad, lamentos por la fugacidad de la vida y los deleites, cavilaciones sobre el más allá, elogios de guerreros y príncipes y aun profecías. Sin embargo, no hay un solo verso de amor o de erotismo entre los suyos ni un rasgo de humor ni de burlas, acaso porque estos temas se consideraban inadecuados para la gravedad que convenía al gobernante nahua.

Las otras referencias que tenemos respecto a la composición de sus cantos son de carácter más general. La más importante, entre estas, es de Alva Ixtlilxóchitl y dice que cuando Nezahualcóyotl fue a su bosque de Tetzcotzinco —hacia 1465— a hacer ayuno para pedir luces al dios no conocido, “compuso en su alabanza setenta y tantos cantos que el día de hoy se guardan, de mucha moralidad y sentencias, y con muy sublimes nombres y renombres propios a él”.

Prescindiendo del número improbable y ateniéndonos a los poemas de espíritu religioso que de él conservamos, puede confirmarse que estos himnos y meditaciones sobre la naturaleza divina y su relación con el hombre exponen una doctrina que, solo hasta cierto punto, es congruente con aquella búsqueda del dios no conocido que la fama le atribuye. Estos cantos, asimismo, son evidentemente obra de su madurez más reflexiva en que el filósofo va venciendo al poeta.

Del resto de los cantos de Nezahualcóyotl de los que no tenemos referencias circunstanciales —y que son principalmente sus variaciones sobre la poesía, sus “cantos de primavera” y algunos de los poemas en que medita sobre lo que pudiera llamarse su “sentimiento trágico de la vida”— podemos suponer que, en su conjunto, son de sus años de madurez. Los “cantos de primavera” debieron componerse para las festividades florales que presidía Xochiquétzal, y las variaciones sobre la poesía y los poemas más graves, para reuniones de cierta intimidad, con otros poetas, en las casas del canto y en las academias que existían en Texcoco.

Estos diálogos poéticos fueron una invención muy afortunada de la poesía náhuatl, sobre todo en cuanto se ajustaban a las condiciones especiales que tenía la poesía para estos pueblos: poesía espectáculo, para ser cantada siempre y, en ocasiones, bailada y representada. Los que compuso Nezahualcóyotl o se refieren a él, como “El Árbol Florido”, “Poema de rememoración de héroes” y el “Canto a Nezahualcóyotl”, eran, pues, perfectamente adecuados para esas reuniones de la amistad, la belleza y la sabiduría que honran la vida espiritual de aquellos pueblos.

En los últimos años del siglo XV, después de la muerte de Nezahualcóyotl, este género se transforma de diálogo fingido en verdadera conversación entre poetas, como en el admirable “Diálogo de la flor y el canto”, celebrado en casa de Tecayehuatzin y en el que varios poetas discurren acerca del significado y trascendencia de la poesía.