El tema que hoy comparte el escritor Gilberto Piña es “La poesía nahua. Vida, muerte, angustia y verdad”.La filosofía náhuatl destaca la importancia del sacrificio para el mantenimiento del mundo, creencia originada en mitos de dioses voluntariamente inmolados para generar vida humana. El sentido de la vida constituye una misión: perpetuar la obra de los dioses. Agradecidos y en permanente deuda con ellos, los nahuas convertirán el sacrificio humano en un rito cotidiano y sagrado, fundamento de toda creación, que celebrará el don de las divinidades. De esta forma, vida y muerte se entrelazarán en un ciclo imperecedero, en el que la sangre constituirá el alimento del sol, centro de la existencia.
Los textos poéticos náhuatl reflejan esta cosmovisión, que inevitablemente conduce a la muerte para encontrar la realización del ser. Sin embargo, y a pesar de la precisión de las respuestas frente a inquietudes por el más allá, es posible apreciar, en una cantidad considerable de poemas, atisbos de inseguridades o temores frente a la verdad legitimada. Dentro de la categoría de la literatura nahua, quienes escribían eran llamados o considerados tlamitini, que quiere decir “los que saben cosas”. En realidad, los tlamatinime (en plural) fungían como filósofos o poetas.
Desde el punto de vista literario, los documentos encontrados hasta la fecha dan cuenta de dos géneros que fueron cultivados en la era prehispánica: tlatolli (palabra o discurso), relatos y discursos en prosa sobre historia, conocimiento, etcétera, incluyendo los xiuhámatl, que corresponden a los anales de historia; y cuícatl (canto), que corresponde a los poemas y cantos.
De todos estos géneros, serán los cuícatl, es decir, los poemas o cantos, el foco de nuestra reflexión. Sobre estos, Miguel León-Portilla ha escrito abundantemente, debido a su relevancia estética y cultural.
La poesía náhuatl era percibida como una fuente de conocimiento y de memoria ancestral. Por medio de esta se legaba a las generaciones el conocimiento. Junto a esto, se presume que los cuícatl también eran percibidos como de inspiración divina. En ese sentido, se cree que quienes escribían poesía náhuatl no se consideraban solo poetas sino filósofos.
Las piezas poéticas que encontramos evocan recuerdos y promueven el diálogo interior, de manera que la espiritualidad y la introspección son elementos muy importantes. De acuerdo con León-Portilla, a esto se le suma el ritmo y la medida como elementos formales.
Se sabe que algunos de estos poemas fueron concebidos para llevar acompañamiento musical o para ser cantados. Los poemas nahuas tienen, así, un tono lírico. Aunque existía una cantidad de literatura anónima, también abundaron los textos firmados. En algunos casos solo se conoce el nombre del poeta. En otros, hay conocimiento de algunos rasgos biográficos.
Si bien algunos escritores nahuas firmaban sus obras, no se regían por nada parecido al individualismo occidental. Los poetas nahuas se acogen a una tradición y, así, acuden unos a otros con total libertad, dentro de un cierto sentido de hermandad y espíritu de colaboración. Al menos eso afirma Zora Rohousová en su ensayo “Debajo el árbol florido”. Para Rohousová, los gremios y grupos elitistas de trovadores prehispánicos compartían el léxico y las imágenes literarias, sin que eso fuera un factor a desestimar, pues la cultura dominante tendía a la percepción de la sociedad como un todo.
La poesía náhuatl reflexiona sobre los hechos más profundos de la vida, pero no responde preguntas ni llega a conclusiones determinantes. Para los poetas, la vida se presenta como un misterio que no puede ser resuelto. Este misterio vital es la principal preocupación. La peculiaridad del destino humano, que no es otra cosa que el paso inclemente del tiempo y la inexorable muerte, es la angustia más patente.
Frente a esto, el amor romántico poco puede; no es, en realidad, una preocupación esencial de la poesía. Dicen los investigadores que el amor nunca tuvo cabida en la poesía prehispánica náhuatl, a pesar de la presencia de ciertos poemas eróticos. Y es que no se habla sobre la propia vida o las preocupaciones personales, pues no existe la noción del individualismo, así como no existe el valor estético de la originalidad.
En realidad, los poetas abordan las preocupaciones compartidas por la élite. Sus temas serán, pues, el paso del tiempo, la muerte, la guerra, la poesía y el arte como flor y canto. Junto a esto, también se representaban los mitos cosmogónicos, las creencias religiosas, la amistad en la tierra y, finalmente, pero no menos importante, la invocación a dios, llamado “el dador de vida”.
La poesía nahua se compone de lo siguiente: los teotlatolli, que trataban sobre los orígenes del mundo y el universo divino; los teocuícatl, himnos en honor de los dioses; los xopancuícatl, cantos a la vida, a la alegría y la belleza del mundo; los xochicuícatl, exaltación de la amistad y la nobleza humana; los yaocuícatl, cantos guerreros y heroicos; los icnocuícatl, que expresaban angustia, tristeza y reflexión sobre la muerte, y los cuecuechcuícatl que eran cantos “traviesos”, con contenido erótico.
En náhuatl la poesía se llamaba “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl), un rico nombre compuesto que describía simultáneamente varios aspectos de la actividad poética. “La flor-y-el-canto” consistía en un diálogo con el propio corazón, con lo divino, con el mundo y con el pueblo, y tenía mucha importancia en la sociedad de los nahuas. Los poetas eran príncipes o sacerdotes que representaban el sentimiento de la colectividad. Los cantos e historias se aprendían de memoria, pero existían grandes carteles (algunos de los cuales se conservan en códices europeos) con diseños y signos fonéticos que el sacerdote indicaba con el dedo mientras entonaba el poema correspondiente. Esta actividad se llamaba “cantar pinturas”. Al cantor se le llama cuicamatini.
La poesía en náhuatl tiene y ha tenido un importante desarrollo a lo largo de muchos siglos. Aún se pueden encontrar libros en los cuales se rescatan las formas de expresarse de los habitantes, de las antiguas civilizaciones que hablaban esta lengua, y en las comunidades de nahuahablantes se pueden rescatar muy variadas formas de este importante arte. El náhuatl es aún hablado en muchas regiones de México, inclusive por personas que tienen mínimo contacto con el español y, por lo tanto, conservan muy buena parte de su cultura.
Aunque estos poemas se transmitían principalmente de forma oral, de generación en generación, por medio de cantos y rituales, se pueden rescatar diversos autores distinguidos a los cuales se les atribuyen muchos cantos en náhuatl. Por ejemplo, Nezahualcóyotl, su hijo Nezahualpiltzin y príncipes-sacerdotes como Tecayehuatzin, Temilotzin y Yoyontzin.