De Reyes a Márquez, la huella de grandes autores
Indican que el proyecto continúa, ya que existen cerca de 80 masters de los que aún se desconoce su contenido. Cortesía

La postal, con fecha del 12 de marzo de 1965, la escribió Jorge Luis Borges, a mano, en Buenos Aires, Argentina. Es una tarjeta rescatada por Eduardo Ortiz, coleccionista de patrimonios sonoros, en la que el escritor acepta la invitación para grabar en Voz Viva de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “el primero, el más grande y el más importante acervo en su tipo de habla hispana”, asegura Myrna Ortega, secretaria de Extensión y Proyectos Digitales de Cultura UNAM a cargo de Voz Viva.

Esta relevancia queda comprada en la declaratoria Memoria del Mundo que Voz Viva de México obtuvo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 2005. El disco de acetato de Borges forma parte de otra serie, Voz Viva de América Latina.

El texto introductorio que incluye el LP tiene la firma de Salvador Elizondo; para ilustrar la portada de la caja, Vicente Rojo diseñó un mapa del globo terráqueo. Detrás del objeto en sí están los formatos por los que ha atravesado Voz Viva, muestra de su historia desde 1960, cuando su primer número ve la luz: Visión de Anáhuac y fragmentos de “Ifigenia cruel”, leídos por Alfonso Reyes.

Entre decenas de autores que dejaron su huella en el acervo, hay ciertos nombres fundamentales: Asturias, Rulfo, Castellanos, Onetti, Paz, García Márquez, Poniatowska y Cernuda, enlistados en desorden. Poco antes de que Borges recibiera la invitación, un lustro después de que se publicara el primer número, cuenta Sonia Ramírez, coordinadora del proyecto, la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (Udual) le pidió a la UNAM que el catálogo de Voz Viva también abarcara a escritores latinoamericanos.

Las cintas de dicha serie no eran grabadas en la radio, sino que llegaban directamente a la estación, procedentes de la Udual o de alguna universidad, según Rodolfo Sánchez Alvarado, compositor de música para teatro e ingeniero radial de 1955 a 1987 para Radio UNAM.

El origen de Voz Viva es otro dato poco conocido. Yolanda Medina, quien en 2003 asumió la Jefatura de la Fonoteca Alejandro Gómez Arias de Radio UNAM y está a cargo, desde hace 13 años, de la digitalización y catalogación de su acervo, cuenta que el germen del proyecto fue la preocupación de Max Aub, escritor español naturalizado mexicano, por sus compatriotas que morían en el exilio y que el gobierno de Francisco Franco borró de la historia; quería salvar sus voces, su legado.

Aub fue nombrado director de Radio UNAM el 6 de marzo de 1961, pero años antes, en 1955, le propuso a ciertas autoridades de la UNAM grabar a las figuras centrales del exilio republicano español. Entonces, Aub era asesor del exrector Nabor Carrillo, a quien le presentó el proyecto junto a Efrén del Pozo, secretario general de la Universidad, y Henrique González Casanova, titular de la Dirección General de Publicaciones. Esos primeros pasos se convirtieron después en el proyecto Voz Viva.

En 1957, la UNAM adquirió su primera grabadora. Durante las dos décadas anteriores, la radio universitaria se producía en vivo, sin ser grabada —continúa Medina—. Alfonso Reyes, a quien Aub conoció en París en 1934, se convirtió en la primera persona que grabó su voz en la colección. El registro se hizo en Morelos, meses antes de su muerte, en diciembre de 1959.

Aub, entonces, enlistó a los escritores con los que quería abrir la serie. A la grabación de Reyes siguieron, al principio de la década del 60, las de Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, Martín Luis Guzmán, Artemio del Valle Arizpe, José Gorostiza, León Felipe y Salvador Novo.

“En los tiempos de la Revolución, Reyes estuvo exiliado en España. Exilio es una palabra clave en la obra de Aub. Los primeros escritores que grabaron tienen cierta referencia al exilio, ya sea forzoso o para trabajar en el Servicio Exterior Mexicano; hasta llegar a Salvador Novo y Agustín Yáñez, que no vivieron dicha condición”, cuenta Medina. Sin embargo, fue una marca que no dejó de estar presente.

El acetato de León Felipe, quien se asentó en México y nunca regresó a España, sirve de ejemplo. Aunque Aub dejó Radio UNAM en 1966, la relación del escritor con Voz Viva, señala Medina, siguió vigente hasta 1971, un año antes de su muerte, lo cual es visible en el lanzamiento de los discos de Luis Rius y Luis Cernuda, sus compatriotas del exilio, durante la primera mitad de la década de 1970.

De la serie, que empezó con 11 colecciones (entre ellas, una dedicada a la política, en la que grabó Lázaro Cárdenas; otra a los nuevos compositores, como Federico Ibarra en aquel tiempo), prosperaron Voz Viva de México y Voz Viva de América Latina. Desde la muerte de Aub hasta el presente hubo administraciones, en particular durante los 80, en las que no fue prioritario darle continuidad.

En 2003, Malena Mijares, exdirectora de Radio UNAM, se comunicó con Medina para decirle que en la Dirección de Literatura estaban los masters de Voz Viva, las grabaciones originales, bajo condiciones poco adecuadas, por lo que era necesario trasladarlas a una nueva sede. La Fonoteca de Radio UNAM, entonces en la calle Adolfo Prieto, recibió 680 cintas magnéticas de carrete abierto (alrededor de 300 horas de grabación) en calidad de resguardo, para ser conservadas en mejores condiciones: en cámaras especiales, a 17 grados centígrados de temperatura y 40 grados de humedad relativa.

Por su formato, además, las grabadoras no podían reproducir las cintas. Un año después, la Fonoteca fue trasladada al Palacio de la Autonomía, en el Centro Histórico, y, con ella, también las cintas. Había hasta seis cintas por disco, con la sesión de lectura de un mismo escritor dispersa y dividida entre ellas, cuenta Yolanda Medina.

A finales de los 90 hubo un intento de digitalización del acervo en .Dat, formato en peligro de extinción. En el presente, los masters se encuentran en la Fonoteca Nacional, en Coyoacán, para ser digitalizados en .Wav, el formato más seguro, y serán devueltos, posteriormente, a la Fonoteca Gómez Arias.

Este trabajo desembocó en el anuncio que Myrna Ortega hizo a los medios de comunicación el pasado 1 de febrero: la colección Voz Viva estará disponible, por completo, en un repositorio digital gratuito (vozviva.unam.mx) entre 2023 y 2024. La colección se conforma por 285 títulos, de los cuales, hasta el momento, 85 se han digitalizado y liberado al público.

También se dio a conocer la publicación de los primeros números de la nueva época de Voz Viva, dedicados a Rafael Ramírez Heredia, Myriam Moscona y Margarita Michelena; tres cuadernillos con un tiraje de 500 ejemplares y un QR que redirige al repositorio digital.

El anuncio representa un punto y aparte con los formatos anteriores: el último LP, leído por Jaime Augusto Shelley, se publicó en 1990; de 1991 a 1995, el casete tuvo una vida breve en la colección y, entre 1995 y 2019, la distribución fue en discos compactos. La digitalización sigue las principales normas nacionales e internacionales de preservación.

La entrada a la era digital es una forma de resguardar un cúmulo de historias implícitas: Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, se publicó en 1967, pero ciertos fragmentos se registraron antes en Voz Viva, cuenta Medina. En el caso de Miguel Ángel Asturias, se hizo un convenio, a través de Augusto Monterroso, para grabar desde el extranjero (“personajes del exilio guatemalteco”); Juan García Ponce tuvo su sesión poco antes de perder la voz a causa de la esclerosis múltiple; Luisa Josefina Hernández, fallecida el pasado 16 de enero, grabó en Cuernavaca en agosto de 2022 bajo un delicado estado de salud, pero con gran entusiasmo.

Quedan cerca de 80 masters de los que aún se desconoce qué contienen. En el camino se han descubierto grabaciones inéditas de Roberto Fernández Retamar, Rubén Salazar Mallén, Idea Vilariño y Guillermo Fernández, entre otros escritores.