Uno de los ejes del último panel del foro “Prácticas colaborativas y dimensiones éticas desde el arte y la cultura” fue el impacto que, en octubre del año pasado, tuvieron las obras Extracto para un fracasado proyecto (2011-2024) y Sin título (2011), de la artista argentina Ana Gallardo, las cuales fueron exhibidas en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y, posteriormente, retiradas tras una ola de indignación y protestas por la representación de una de las trabajadoras sexuales del refugio Casa Xochiquétzal.
El encuentro se llevó a cabo en el museo y tuvo como objetivo analizar los límites y consideraciones, en diversas disciplinas, a la hora de representar a ciertos grupos sociales. En “Límites entre la autonomía artística y las prácticas sociales”, el último panel del foro, participaron la escritora Irmgard Emmelhainz; Cuauhtémoc Medina que, de marzo de 2013 a noviembre de 2024 fue curador en jefe del mencionado recinto; la artista y activista Lorena Wolffer, y la propia Gallardo, bajo la moderación de Lucía Sanromán, actual curadora en jefe.
Al tomar la palabra, Gallardo (Rosario, 1958) presentó y explicó su trabajo, parte del proyecto que se exhibió en el museo. Un proyecto que tiene 21 años, cuyo nombre inicial fue Un lugar para vivir cuando seamos viejos y se remonta a la época en la que Ana entra en la menopausia y decide investigar el significado de envejecer y el envejecimiento femenino.
“Es un proyecto personal. Yo soy una artista, no soy asistente social, no tengo ningún tipo de formación académica, todo ese trabajo ha sido casi una herramienta terapéutica para que mi cuerpo y mis emociones pudieran transitar ese operante ocaso en el que yo estaba entrando. No me gusta hablar de error o de equivocarme, me gusta mucho más hablar de los conflictos, me encanta hablar de los conflictos, desde que era una artista más joven habito el conflicto desde un sistema del arte”, dijo Gallardo durante su presentación y abundó en cierta postura estética vital. “Tengo una garganta profunda que tiene toda una experiencia de vida que dice que yo ahora hago las cosas como quiero y escribo como quiero, y tengo este lenguaje aprendido y muchas cosas las puedo repeler y otras las tomo como herramienta de difusión”.
Ambigüedad significativa
Cuauhtémoc Medina también tuvo una intervención, a través de la que expresó la antigüedad significativa de la obra no es un tema banal: “Hace una década y media, cuando Ana Gallardo hizo el relato de su proyecto, de trabajar con una trabajadora sexual retirada, las supuestas normas morales de representaciones y los ordenamientos punitivos que rodearon la discusión no tenían vigencia. Ese material ha sido condenado con una energía que yo recuerdo misteriosa”.
La mejor vía, continuó, fue enfrentar los hechos y, tras el retiro de las piezas, intentar un objetivo difícil: el replanteamiento de la discusión. “La verdadera sorpresa, en este caso y en este tiempo, es que sectores que no vemos como intrínsecamente reaccionarios y que en este caso, los artistas y sus colaboradores, veían con solidaridad y simpatía, se sintieran ofendidos y pensaran que la obra de Gallardo estaba dirigida a ofenderlos. La novedad histórica es que movimientos sociales que aparecen contrarios a la idea de represión se planteen que el procedimiento quirúrgico apropiado con las obras de arte que les perturban o no se ajustan a nuestros valores sea su amputación”, expuso.