Dos artistas, un solo latido

Dos artistas, un solo latidoLa pintora Rosa Elena Curruchich y la tejedora Angélica Serech exhiben por primera vez juntas su obra. Cortesía

Rosa Elena Curruchich (1958-2005) comenzó a pintar en los años 70, enfrentando los prejuicios y el hostigamiento en su comunidad maya, San Juan Comalapa (Guatemala); debido a que, por tradición, solo los hombres pintaban y las mujeres tejían. Por esta razón, produjo sus piezas en formato miniatura y en secreto, lo que le permitía transportarlas en su morral y venderlas de manera ambulante.

Décadas después, en el mismo pueblo, la tejedora Angélica Serech (1982), que aprendió la técnica de hacer huipiles en su entorno familiar, descubrió que no quería seguir la tradición y empezó a experimentar, a introducir en el tejido materiales como cabello humano, madera, hilos metálicos y otros elementos orgánicos, para dar vida a sus esculturas y tejidos de gran formato.

Estas dos artistas transgresoras, que rompieron las reglas en aras del arte, muestran su obra junta por primera vez en la exposición “Un solo latido. Xa jun ruk’oxomal qanima”, que se inaugurará el próximo 2 de agosto en el Museo Universitario del Chopo. “Es un diálogo entre dos mujeres de Comalapa, creadoras de dos generaciones distintas, que ensancharon las prácticas artísticas, los lenguajes, los límites, los rompieron. Y han abierto un camino. Es un encuentro que nunca había ocurrido”, afirma Miguel Ángel López, curador de la muestra, en entrevista. “No quería presentar una imagen congelada de Comalapa en el tiempo, sino proponer que hay líneas de continuidad. Angélica había escuchado de Rosa Elena, pero nunca había podido visitar su entorno; así que investigó, conoció a su hermana Pilar y compartieron reflexiones, retoma sus colores”, agrega.

Asimismo, destaca que el papel de las mujeres en la organización social maya de Comalapa, la gobernanza comunitaria, el trabajo colectivo, la religiosidad maya, las fiestas, la práctica agrícola, la tierra, la memoria y la migración son algunos de los temas que recrean ambas artistas.

El especialista, quien vivió y trabajó seis años en Centroamérica, narra que, en uno de sus viajes a Guatemala se encontró con decenas de pinturas de Rosa Elena Curruchich, cuando no era fácil hallar su obra. “En una galería descubrí una caja con sus pinturas, que habían sido devueltas de Estados Unidos por la familia de una coleccionista que, al morir ella, no sabían qué hacer con los cuadros. Fue un encuentro mágico”, afirma.