¿Dos proyectos para una misma guerra?

Ignacio Allende, en todo momento, se inclinó por las tesis que iniciaron Primo de Verdad y Talamantes a partir de la llamada crisis política de 1808. Siempre activo en encontrar la forma en que se materializaran sus pretensiones e ideas, conspirando en todo momento en contra del gobierno usurpador auspiciado por Yermo. Pudo continuar con sus actividades militares dentro del estómago del “Lobo” realista, encontrando en el camino a criollos con las mismas ideas políticas, herejes en ese momento, y creían que el camino correcto era heredar el poder que por derecho les correspondía, abortando a los peninsulares de la patria mexicana.

La idea de crear una junta de gobierno para que los criollos fuesen por fin contemplados en los cargos de gobierno engendró en Allende aquella exigencia ideal de que se cumpliera tal derecho. Crear una autonomía y no una independencia era lo que proyectaban; en ningún momento habían considerado la vida de perros que Dios les había regalado a los indios y demás castas. Ya que, en los relatos, Allende siempre repudió la venganza de los indios, que únicamente se estaban desquitando de 300 años de estar bajo el sol, el hambre y el látigo de los españoles.

Podemos deducir que, de acuerdo con lo que redacta el licenciado López Rayón en sus bases constituyentes, el sentimiento, no solo Allende estaba de acuerdo con preservar el poder para Fernando VII y la creación de órganos de gobierno que se idearon en la crisis de 1808, sino que de toda la dirigencia criolla insurgente estaba a favor de ese principio. Sin embargo, la efervescencia de la muchedumbre y el compromiso hacia ellos los empujó a reconocer y promover los sentimientos de aquella horda campesina como estandarte de su lucha.

En el caso de Allende, los diferentes relatos coinciden en que era hombre de palabra; continuó en el conflicto abanderando aquella conserva de poder hacia el legítimo monarca de España. Por otra parte, no comprendo cómo Allende decidió continuar, al observar los desórdenes que provocaban las hordas campesinas (si él se conducía de acuerdo a su criterio, a la criolla).

Además, siempre fue el “hombre” de responsabilidad en los momentos de la estrategia en el campo de batalla y sabía la manera en que se desenvolvía un ejército español en el campo de batalla y las posibilidades de su fuerza armada. Es decir, por lo leído, Hidalgo le dejaba el cargo en el momento de la batalla.

A la única deducción a la que llegué es que Allende anhelaba la gloria. Tal vez el levantamiento de los pueblos para derrocar al mal gobierno le recargaba los ánimos y hasta le dotó de un egocentrismo, y soñaba con la posibilidad de que todos los pueblos se integraran como una mancha voraz que reduciría a los ejércitos reales a simples ejércitos de papel.

Hidalgo

De igual manera que Allende, el cura debió admitir primeramente la idea de la autonomía de la Nueva España y la creación de órganos colegiados en los que los criollos fuesen dignos de ocupar, para iniciarse dentro de las conspiraciones existentes.

Pero la convivencia y la gente con la que se frecuentaba en la iglesia no era la misma con la que Allende se emparentaba socialmente. Hidalgo debía cumplir con su deber parroquial y, al ser parte de la conciencia de las clases indígenas y de las castas, el tener este acercamiento pudo ser aceptado y además querido por las masas, que dado el momento, estas clases sociales lo soportaron en el planteamiento a la revolución e independencia de los novohispanos.

Por lo tanto, se debatió en el continuar con los principios criollistas o dar un encauzamiento a las exigencias de la población. Parece ser que el cura fue el hombre intelectual y carismático con el que la muchedumbre se identificó y se sintió protegida; con el que sintieron que sus 300 años de penas habían terminado.

Al conocer la desventura de su rebaño, Hidalgo mutó la autonomía criolla por la independencia americana. Es bastante concreta su postura después de iniciado el movimiento, y se manifiesta claramente en los “Sentimientos de la Nación”, documento redactado por Morelos, pregonando una igualdad social y nombrando a todos americanos libres, corporal y tributariamente.

La figura de Hidalgo eclipsa a la de Allende en el momento en que él decide iniciar la rebelión, y poco después, haciendo el llamado a las masas, observan al cura ser aquel que simpatiza con ellos, hecho que catapulta al cura como general del ejército insurrecto y como aquel Atlas que debe cargar con el sentimiento de libertad de las hordas. Tengo que hacer una pregunta antes: ¿qué tenían que perder Hidalgo y Allende? Posiblemente nada. Recordemos que a ambos ya se les había denunciado de conspiradores, que había órdenes de capturarlos y posiblemente de fusilarlos.

Al inicio de sus conspiraciones, sus intereses desembocaban en la instauración de un gobierno autónomo y plenamente criollo. Considero que Allende busca prerrogativas que exclusivamente poseían los peninsulares, porque ese resentimiento fue la chispa que encendió la mecha de la revolución.

Por otra parte, Hidalgo, conociendo las múltiples denuncias por sus conductas antimorales y que no se encontraba en una posición de someter a los indios sino de comprenderlos y apoyarlos, se interesó en algún momento por su bienestar. Pero Hidalgo, siendo dueño de algunas posesiones que le redituaban, es de pensarse que la consolidación de vales alcanzó a su patrimonio, por lo que aprovechó el momento para revelarse por tales medidas tan arbitrarias.

La conformación de la sociedad novohispana se dividía en dos hemisferios que a leguas se notaban; los peninsulares y criollos poblaban en minoría el terreno de la nueva España, pero con alto grado de petulancia eran distinguidos en la sociedad, podían obtener educación y empleo fácilmente por su raza.

El comercio era monopolizado por estos, la minería, la agricultura y otros servicios eran parte de sus beneficiosas rentas. En la cuestión política, los españoles eran quienes ostentaban el privilegio de ser los funcionarios de la Corona. Los criollos, siendo la elite más cercana a ellos y sintiéndose excluidos de este encargo, sin embargo se sentían con tal derecho por ser más dignos de la tierra que los vio nacer. Se puede decir que nunca vieron a sus espaldas las demás castas que eran más beneficiadas que ellos.

La segregación racial siempre fue parte de la vida cotidiana. La discriminación práctica e insensible se daba de forma jerarquizada, cumpliendo en excluir a los que estaban en el peldaño de abajo. En el otro hemisferio social encontrábamos a los indios y mestizos que favorecidos con algunas circunstancias se posicionaban mejor que las demás castas, y mucho mejor que los esclavos. A ellos se les obligaba a prestar su fuerza de trabajo a favor del otro hemisferio. Lo único que poseían era eso o su esclavitud.

Se consideraba a los indios objetos más que sujetos. Los derechos que el monarca concedía a sus plebeyos en teoría, únicamente se quedaban en las hojas de las leyes; en la práctica eran letra muerta.

En el caso de allende, su contexto nunca fue en un aspecto de abandono. Huérfano de padre, nunca perdió su posición en la sociedad; al contrario, al desenvolverse como militar y con la pequeña fortuna que supo administrar mejoró su posición económica y social. En el ámbito político, siendo criollo gozaba con cargo militar pero no podía obtener un mayor ascenso.

Para Hidalgo, el ambiente no fue militar. Viviendo en la hacienda, su padre pudo enviarlo a estudiar, lo cual desarrolló su capacidad intelectual en el ramo de la educación. Prodigioso, se encontró en un mundo de ideas liberales que se relacionaron con el entorno social en el cual se desenvolvía. Su función de párroco lo posicionaba como un protector e impulsor de las clases sociales bajas.