La historia habla de Víctor (Johnny Depp), un escuálido y tímido chico al que, debido a intereses económicos han prometido en matrimonio con Victoria (Emily Watson), hija de aristócratas en quiebra que también buscan el beneficio de la unión entre los jóvenes. Intentando aprenderse sus votos matrimoniales, Víctor deposita su argolla nupcial en una rama que resulta ser el dedo cadavérico de Emily (Helena Bonham Carter), una novia atrapada entre la vida y la muerte fruto de una maldición.
Tanto Sobras como Sparky, los perros de Víctor, han fallecido, al igual que él. La unión entre ellos y Víctor es tierna y maravillosa, porque pocos placeres hay en esta vida tan agradables como ser recibido con saltitos y lametones cada vez que entras en casa. Y cuando esa llama se apaga, parte de ti se va con ese saco de pelos de amor incondicional.
Lo que busca Emily es algo parecido: alguien que le sea fiel, que la aprecie, valore, respete y viva con ella, algo bastante normal después de saber que la han matado por avaricia. Pasar de un mundo a otro no es algo unidireccional ni negativo. Se satiriza la muerte. Todo el drama, pantomimas y demás plañideras que decoran los velatorios carecen de total y absoluto sentido. Incluso no siempre es algo triste; hay situaciones en las que es la mejor de las opciones.
La película está basada en un cuento ruso llamado “El dedo”, de Isaac Luria, en el que la novia resulta ser más bien un demonio. El filme narran más bien una historia de amor sencilla y tierna que encierra situaciones que envuelven poco a poco de una manera rítmica y agradable; que bien puede hacerla parecer lenta y tal vez aburrida pero que va colocando cada detalle en el lugar en el que será necesario para el desarrollo y desenlace, creando una obra redonda que termina por cautivar.
Esta cinta tiene a Tim Burton (el de sus mejores épocas) embarrado por todos lados. Muestra un ambiente lúgubre y retorcido en el que la vida luce apagada y sombría, triste y melancólica, mientras que la muerte se torna una fiesta colorida donde todos son alegres sin importar si les falta una pierna o un brazo, si se lo están comiendo los gusanos o si hace dos horas que murió.
El diseño de los personajes es exquisito y detallado, resaltando una palidez y sensación enfermiza (también típicas de Burton) que encajan con el ambiente lúgubre de los espacios en los que se desarrolla la historia. La iluminación y coloración juegan mucho entre el gris, el azul y el negro muy acordes a la sensación depresiva que se le imprime desde el inicio y da un giro en el paso hacia el mundo de los muertos en los que hay mas tonos verdosos y naranjas, un contraste interesante, aunque no demasiado drástico. Lo más destacable es su banda sonora, en la que, como casi siempre Danny Elfman se luce en cada canción que acompaña y destaca en cada momento. entre los números musicales sobresale “According to plan”, con el que arranca la cinta.
El cadáver de la novia se beneficia, por supuesto, en versión original, de los muchos y muy diversos talentos que prestan su voz a los personajes. Los tres principales, Víctor, Victoria y Emily, diseñados para que se parezcan a sus contrapartidas humanas, son encarnados por Johnny Depp, Emily Watson y Helena Bonham Carter respectivamente, y a su lado encontramos a voces tan reconocibles como las de Albert Finney o Christopher Lee, que vuelve a servir a Burton como sustituto de su adorado Vincent Price.
Tim Burton y su mirada crítica abre los ojos de los espectadores para que miremos qué hay detrás del decorado de las vidas que se construyen sobre las falsas apariencias. Burton nos lleva de la mano y nos enseña no sólo que nada es lo que parece, sino que a menudo es todo lo contrario.
Contrapone así la imagen idílica que se presupone a la familia, y retrata unos adultos egoístas y superficiales dispuestos a todo para preservar sus intereses. En este sentido, es una reflexión crítica interesante sobre el lado oscuro del mundo de los adultos, y sobre el comportamiento de estos que puede ser más aterrador que el más horroroso de los fantasmas.
Llena de humor negro, y de precisa duración —¿quién ha dicho que no se puede contar una buena historia en menos de ochenta minutos?—, es un ejemplo más de lo que Tim Burton puede llegar a ofrecer al público cuando se apasiona por la historia que quiere contar y por los personajes que la protagonizan, dejando para el recuerdo el filme momentos inolvidables como ese poético final envuelto en una arrebatadora belleza plástica.