El caso Asunta

El crimen real como materia prima es una inagotable fuente de historias y en concreto a Netflix le ha dado buenos resultados. Dahmer escaló hasta el tercer puesto de las series más vista de la plataforma y El cuerpo en llamas se convirtió en una de las series locales más relevantes de las que ha lanzado en el último par de años desde el mercado español. Por eso se entiende la expectación respecto a El caso Asunta, que llegó al catálogo de Netflix, para contar el mediático crimen que tanto dio que hablar en 2013 sobre unos padres que eran condenados por matar a su hija adoptiva.

Firma esta propuesta Ramón Campos, Cabeza de Bambú Producciones, quien ya llevase a cabo en 2017 otra aproximación al suceso con el documental El caso Asunta: Operación Nenúfar, lo que la verdad esconde, ofreciéndonos esta vez una versión dramatizada de los hechos ya contados ahí, aunque con unos pocos detalles nuevos y una humanización de los personajes. El resultado en el aspecto técnico es intachable: una ficción bien producida, dirigida e interpretada, formalmente sobria y con buen ritmo para que la atención no decaiga.

Cabe destacar, por supuesto, el trabajo actoral de Candela Peña encarnando a una Rosario Porto (la madre de la niña asesinada) llena de matices —a ratos frágil, a ratos emocionalmente inestable, otros rota de dolor— y de Tristán Ulloa como Alfonso Basterra (el padre) en el que es el mejor trabajo televisivo en el que le he visto, ambos cargando sobre sus hombros todo el peso, pero también de un grupo de secundarios importantes como Carlos Blanco, Alicia Borrachero, María León y Javier Gutiérrez —para mí el menos sorprendente— o un Raúl Arévalo con aportación mínima.

La serie es exhaustiva a la hora de detallar todos los pormenores de un caso lleno de interrogantes, dedicando los cuatro primeros episodios al proceso de la investigación judicial, el quinto a la última noche de Asunta y el último, tal vez el más flojo, al juicio. Y lo hace basándose en hechos probados, pero sin establecer una tesis clara sobre lo ocurrido.

Esta distancia por la que opta El caso Asunta es un arma de doble filo, pues le da un sentido de imparcialidad y justicia, pero también deja al espectador desatendido sin un remate (no el judicial, sino el de la narración), quedando una sensación de inconclusividad.

¿Dónde sucedió?

Asunta Basterra Porto era la hija de Tristán Ulloa y Rosario Porto, un matrimonio español que decidió ampliar su familia con la adopción de un bebé de China. Tras desaparecer de su domicilio en la región gallega de Santiago de Compostela un 21 de septiembre de 2013 sin ningún tipo de motivo aparente y desencadenar una feroz investigación para dar con su paradero, se tornó en la figura central de esta historia, misma que logró desencadenar el pánico entre los habitantes del país.

¿Qué pasó realmente?

Después de que Rosario y Tristán acudieran a las autoridades para informar que su hija no se encontraba en su hogar y los cuerpos policiales comenzaron a buscarla entre las zonas aledañas, Asunta Basterra Porto fue hallada sin vida a un costado de la carretera.

Si bien este no parecía tratarse de un asesinato con violencia, en su cuerpo encontraron indicios que confirmaban que se trataba de un homicidio, algo que se confirmó con la autopsia que reveló que la menor había sido sometida a altas dosis de lorazepam, un potente ansiolítico comúnmente utilizado para combatir los síntomas de la ansiedad, cuya concentración sin prescripción puede ocasionar la muerte.

En medio de la ruptura del matrimonio de sus padres a causa de infidelidades por parte de Rosario, este hecho vino acompañado por el descubrimiento de que Rosario y Tristán llevaban meses medicándola con este medicamento sin ningún tipo de prescripción con el único motivo de mantenerla sedada y bajo control.

¿Qué fue de los padres de Asunta?

Una vez que el juicio concluyó, el destino de los padres de Asunta quedó al descubierto. Mientras que Rosario Porto se suicidó en prisión el 18 de noviembre de 2020 tras varios intentos fallidos, Alfonso Basterra continúa cumpliendo su condena en el Centro Penitenciario de Teixeiro, en donde deberá permanecer hasta 2031. Aunque él no fue el autor principal del crimen, su encubrimiento y participación activa fueron suficientes para que la pareja fuera considerada como una de las figuras más despreciadas por el ojo público.