La cineasta Lila Avilés recuerda su amor por el teatro, espacio en el que dirigió obras como Gardenia Club. Sin embargo, afirma, desde que probó suerte en el largometraje (debutó en 2018 con La camarista) su vida ha cambiado.
“El teatro es algo muy humano y sin ego, eso lo hace especial; en el cine necesitas un millón de mecanismos para que la gente crea. Aún así yo siempre he sido muy visual y aunque amo mucho el teatro no me sentía del todo completa. Hasta que di el paso con ‘La camarista’ me di cuenta de que es el lugar en el que más feliz soy, así que todo mi ímpetu por ahorita está en el cine”, dice en entrevista.
La cinta de 2018 le dio varios reconocimientos, entre estos el de mejor ópera prima en los Premios Platino; esto puso en los ojos del mundo a esta joven directora, pero ella asegura que en el momento de hacer Tótem, su segundo filme, nunca sintió el compromiso de superarla.
“No me interesaba que fuera la más increíble, sino serle fiel a las ideas que uno tiene y en ese sentido admiro mucho a Agnès Varda (directora belga), que tenía la capacidad de hacer una película gigante y luego un documental ella solita sobre la agricultura en Francia”, reflexiona Avilés.