El cómic mexicano, consumido por internet

El cómic mexicano pasa por las últimas fases de una transformación. Muerta la era de la historieta industrial, que en la década de 1970 publicó hasta seis millones de ejemplares mensuales de Lágrimas y Risas y otros tantos de Kalimán, hoy generalmente se presenta primero en Internet y ya no está a la venta en los puestos de periódicos, sino en librerías, tiendas especializadas y actos que tienen al cómic de tema principal.

Mario Guevara, quien comenzó su carrera de ilustrador en Editorial Ejea y hoy publica su trabajo en empresas estadunidenses y europeas, recordó que para los años 80 “la historieta mexicana estaba en su apogeo, convivía con el cine y la televisión, tenía la misma difusión e igual o más importancia.

Los historietistas eran tratados como artistas, se les pagaba muy bien y había mucho trabajo. Era muy fácil entrar a laborar al medio sin tener mucho nivel, porque se necesitaba gente que hiciera el trabajo”.

De acuerdo con Mario, los tirajes comenzaron a reducirse a principios de la década de 1990, lo que los empresarios atribuyeron a los videojuegos y a la entrada del cómic estilo japonés (manga) en el gusto del público.

Sin editoriales, sin distribuidoras, el historietista mexicano se quedó con pocas opciones, entre ellas hacer ilustración publicitaria y publicar sus cómics en la red, así como buscar trabajo en Estados Unidos: Guevara, Humberto Ramos, Paco Medina, Gerardo Sandoval, Édgar “El Pato” Delgado y recientemente Óscar Bazaldúa, entre otros, publican en los gigantes Marvel y DC.

Luis Sergio Tapia, dibujante de la serie La bestia roja para Grupo Editorial Vid, y de La novela policiaca en Novedades Editores, ambas empresas ya desaparecidas, permanece activo de narrador gráfico en la página electrónica y asegura que “escribes o dibujas porque tienes algo que decir, y se siente en los huesos y el alma. Eres un neurótico que oye voces y se imagina distintos escenarios, y para evitar caer en la locura, los plasmas en papel o ahora en pixeles y dejas que lo vea el mundo, no para llenarte de orgullo y vanagloriarte, aunque parezca raro; es solo para no ahogarte en ese mar de ideas y esos vientos atormentantes de imágenes”.