El Día de Muertos en Chiapas
Altar zoque. Cortesía

“Los mayas, zoques y chiapanecas, que conforman la actual cultura de Chiapas, ya honraban y rendían culto a sus muertos desde la antigüedad. Es decir, la mayoría de los pueblos indios de Chiapas rendían culto a la muerte, a la Santísima Muerte”, explicó en entrevista para Cuarto Poder el cronista de la ciudad, José Luis Castro Aguilar, en torno a la celebración del Día de Muertos.

“Los indios llevaban ofrendas a sus difuntos alumbrados con teas encendidas. Alzando los brazos les ofrecían alimentos y bebidas, e inciensos. Con la conquista española (1524-1528) y la posterior colonización (1528-1560), más la evangelización de los indios en la fe católica, surgieron los festejos a los muertos y los altares de las ofrendas modernas”, continuó explicando.

De acuerdo con las tradiciones y costumbres, étnicas y populares, las almas chicas llegan a las doce del día 31 de octubre y se retiran a las doces horas del primer día de noviembre, hora y fecha en que llegan las almas grandes, para retirarse el día 2.

En algunos pueblos los altares los constituyen las propias tumbas; y en otros, se construyen altares tomando como base la mesa dedicada a los santos. Generalmente los altares son mesas que se adornan con manteles, cortinas, juncia, velas, veladoras, papel de China picado o papel crepé de diversos colores (blanco y morado, de preferencia), sahumerio y estoraque; fotografías de familiares o artistas fallecidos, imágenes de santos, además de lo que le gustaba en vida al muerto: comidas, bebidas, postres, cigarros, trago.

Básicamente, ¿cómo deben ser los altares?

Los altares deben ser de tres escalones: el primero representa el Padre; el segundo, el Hijo; y el tercero, el Espíritu Santo. Por sus características se habla del altar zoque, del altar chiapaneca o del altar maya.

¿Qué representan las velas?

Se colocan cuatro velas al pie del altar, una en representación de cada punto cardinal. La luz ilumina el camino de llegada y de regreso al más allá de las almas, para su eterno descanso.

Las velas blancas representan cada una de las personas fallecidas; si son velas grandes, representan a una persona adulta (alma grande); sin son chicas, representan a niños o jóvenes (alma chica). El día primero de noviembre se reúne la familia para velar las velas a partir de las 6 de la tarde. Niños y adultos permanecen estáticos, callados, temerosos. Se escuchan unos gritos: “¡Calabacita tía!… ¡Que viva la tía!”.

¿Qué representan otros elementos como los sahumerios y la cruz?

El humo de los sahumerios limpia el lugar de la ofrenda de los malos espíritus. La cruz representa la muerte, el sacrificio, sentimiento doloroso.

¿Tienen algún significado los colores?

Sí. El negro es de luto o tristeza; el blanco también es luto, pero igual evoca paz y pureza; el morado es por duelo.

¿Qué otros elementos encontramos en un altar?

El brasero, mirra, copal y estoraque. Debe haber también un vaso de agua para los seres queridos, porque vienen del largo viaje con sed; un tallo de plátano para colocar las velas, fotografías antiguas de los familiares fallecidos, y en los adornos, papel de China picado (en colores blanco y morado), papel crepé, juncia, velas, veladoras, manteles y cortinas blancas, somé y flores.

¿Cómo es para los zoques esta celebración?

Para los zoques, antiguo pueblo autóctono de Chiapas, la celebración del Día de Muertos, como parte de la cultura mesoamericana, constituye una parte de sus tradiciones y costumbres que cohesionan y sustentan su identidad étnica.

Prácticas rituales y creencias prehispánicas que llegan a nuestros días como vestigios de las fiestas y rituales de nuestras primitivas raíces indígenas, mismas que nos unían por geografía, lengua, raza, historia y cultura.

¿Cuáles son las características principales de los altares zoques?

Los altares de tradición zoque contienen comidas, bebidas y golosinas, que en vida les gustaban a los difuntos. Se les adorna con cortinas, manteles, papel de China picado (en colores blanco y morado), sahumerio, velas, veladoras, fotografías de difuntos y un somé. Entre las comidas figuran el sispolá (cocido), puxasé (chanfaina), nigüijutí (mole de puerco), sihuamonte (caldo de conejo), caldo de shuti (caracol de río), patashete con huevo, moní (hongo blanco), tamales de jacoané y de hoja de milpa, chipilín con bolita, pictes de elote, canané y ané (tortilla).

Las bebidas más comunes son el pozol blanco (popóhujcuy), pozol de cacao (cacáhujcuy), nonó (atole), fuerte (tequila), mistela y un vaso de agua, para los difuntos que llegan cansados y con sed del más allá. Las golosinas más características son el puxinú (sorgo reventado con miel), yumí (raíz parecida al camote), tsaní-tsinú (dulce de guineo), calabaza en dulce, melcocha (de panela), caballito, jammaní (jobo), yonó (cupapé en dulce), nucuyatí (chincuya) y coyol con dulce.

Entre los panes destaca el de muerto (sin manteca y sin levadura), las cazuelejas, el marquesote y las rosquillas. En el fondo de la mesa se colocan las fotografías de los fieles difuntos y en el centro, una cruz de madera custodiada por dos grandes velas blancas.