El diablo a todas horas

En un pueblo llamado Knockemstiff, Ohio, a mediados del siglo XX, tres historias se entrelazan: la de Willard Russell, un perturbado veterano de guerra, las secuelas que deja en su hijo, Arvin Russell; y la de Carl y Sandy Henderson, una pareja de asesinos seriales que recorre la carretera en busca de víctimas.

Todo se desenvuelve en una sociedad corrupta e ignorante, creando el caldo de cultivo perfecto para dar paso a situaciones de violencia, fanatismo religioso y pobreza. Es en este escenario de desesperanza que surgen justicieros involuntarios que, cobijados por la Segunda Enmienda y la bendición del Señor, hacen de la venganza bruta un acto casi romántico.

El director de este filme, Antonio Campos, es estadounidense de origen brasileño, y ha sido reconocido en el Festival de Sundance por su película Christine (2016), donde cuenta la historia de una mujer que se encuentra en medio de un colapso laboral y personal.

Este gusto por lo siniestro es lo que define al realizador, quien declaró que sus géneros literarios favoritos son el gótico sureño y el hard boiled, dos estilos fundamentales para los amantes de lo retorcido. Y por cierto, si también es lo tuyo, hacemos una breve pausa para recomendarte este corto Saturnino de Ari Aster.

En cuanto al elenco, seguramente habrás escuchado decir que Robert Pattinson “es buen actor pero ha elegido malas películas”, o “no lo han dirigido bien”. Esta vez convence en su papel de falso predicador y nos da una esperanza sobre lo que podría lograr en The Batman (2021). Pero no echemos aún las campanas al vuelo.

Por su parte, Tom Holland no es precisamente decepcionante. Sin embargo, uno pensaría que con los golpes que le ha asestado la vida a Arvin Russell, este debió tornarse más depresivo, taciturno, con un rostro más desdibujado. Debe representar sí al vengador —no al superhéroe—, pero faltó más saña en su ejecución para darle más realismo a su personaje.

Esta cinta basada en la novela del mismo nombre, escrita en 2011 por Donald Ray Pollock, se toma su tiempo, demasiado quizá, para llegar al clímax de la trama. Esto es debido al sobre esfuerzo por hacernos comprender las secuelas de la postguerra y los traumas que se producen al sobrevivir a un evento de esa índole.

No obstante, una vez que entra en escena el personaje de Tom Holland, el filme adquiere nuevos bríos y, luego de una oscura dosis de sangre y suspenso, entrega justo el final que el espectador está esperando morbosamente.

Precisamente Holland es el que ayuda a aportar una mayor intensidad y fragilidad a la historia, destacando con fuerza la secuencia que comparte con el maquiavélico predicador interpretado por Pattinson. Dicho momento es el que mejor sabe aprovechar esa eterna búsqueda de lo criminal y despreciable que sobrevuela a lo largo de toda la película, aunque para ello se haya tenido que descuidar otras tramas que bien podrían haber conseguido un efecto similar.

Al final, El diablo a todas horas tiene la base pero carece de la determinación. Sabe lo que quiere contar, pero se preocupa más en tachar todos los puntos de la lista que en conseguir un verdadero equilibrio entre ellos, siendo su reparto el que evita que la película se desmorone. Porque seamos justos, puede que se vuelva algo repetitiva por todo lo que apunto, pero una nunca termina de perder el interés en esta.