La temática central de El tiempo que tenemos está totalmente relacionada a, bueno, el tiempo. No solo el tiempo que tenemos a la mano, si no también el tiempo que dejamos atrás, el tiempo que elegimos desperdiciar, pero también por supuesto, el tiempo que decidimos aprovechar. Y cómo no, el tiempo que decidimos pasar con nuestros seres queridos —tiempo que a veces tomamos por sentado—, pero que deberíamos valorar porque es tiempo que nunca regresará. No es una película que intente ocultar o siquiera tocar estos temas de forma sutil, pero no tendría por qué serlo. Después de todo, es un drama romántico en cierto sentido bien a la antigua, emotivo y honesto.
El chiste de El tiempo que tenemos, entonces, es que nos muestra todo esto de forma entrelazada, con las tres líneas de tiempo ocurriendo en paralelo, mandando al espectador de momento en momento sin respetar el tiempo en el que sucedieron. Evidentemente el director John Crowley y el guionista Nick Payne deben haber tomado esta decisión justamente por la temática que estaban tocando: la importancia de tiempo y la forma en que lo utilizamos. Pero a la vez, se puede argumentar que esta estructura evita que la trama termine siendo tan emocionalmente efectiva como podría haber sido, negando la potencia de ciertas escenas.
Esto no quiere decir que sea una mala película. Porque a pesar de no estar del todo de acuerdo con su estructura, en general, la cinta se siente como una experiencia honesta, que se esfuerza en desarrollar bien a sus personajes principales. No como caricaturas, ojo, ni como estereotipos muy propios del género, si no más bien como personas reales, a las que vemos en el contexto de su relación romántica, con altibajos y todo.
El tiempo que tenemos no es un slice of life, necesariamente, pero sí una suerte de muestra de lo que puede hacer el poder del amor, y de cómo el conocer a alguien puede cambiar el rumbo de nuestras vidas, e incluso la forma en que percibimos ciertas decisiones y por qué las tomamos.
Almut, por ejemplo, es desarrollada como una mujer altamente competitiva —una expatinadora sobre hielo que ahora es dueña y chef de un restaurante con una Estrella Michelín—. Por ende, es el tipo de persona que jamás se dejaría vencer por el cáncer, y que más bien quiere aprovechar el poco tiempo que —asume— le queda para hacer todo lo que quiere hacer. Es una persona compleja, pues, que ciertamente AMA a su familia, pero que también ama lo que hace. Y Tobias, por otro lado, es alguien más gentil —un hombre que no siente mucha pasión por su trabajo, pero sí por su pareja y eventualmente su hija, alguien algo tímido y a veces inseguro, pero en general de sentimientos bondadosos—.
Lógicamente, tanto Pugh como Garfield interpretan dichos roles de forma prácticamente perfecta. La primera convierte a Almut en alguien real, de pasiones intensas y carácter fuerte, pero a la vez, capaz de amar muchísimo y ayudar a los demás. Y el segundo le inyecta suficiente ansiedad social a Tobias como para convertirlo en alguien francamente adorable, pero nunca desesperante.
Del reparto secundario, solo resaltan Douglas Hodge como Reginald, el papá de Tobias (igual de gentil y romántico que él), y Lee Braithwaite como Jade, la ayudante de cocina de Almut. Pero como se deben imaginar, la película le pertenece a Pugh y Garfield, quienes manejan una química envidiable, tanto en los momentos de felicidad pura, como en los de pasión sexual y por supuesto, los más emocionalmente difíciles.
Actuaciones poderosas
Una de las razones principales por las que El tiempo que tenemos se destaca es por las actuaciones de Florence Pugh y Andrew Garfield. La química entre ellos es palpable desde la primera escena, cuando Almut prepara un plato especial para Tobias antes de que él siquiera abra los ojos. Este tipo de conexión emocional es lo que da vida a la película.
Ambos actores han tenido papeles románticos en el pasado, pero en esta ocasión muestran una profundidad y vulnerabilidad que los lleva más allá de lo que hemos visto antes. Pugh y Garfield logran transmitir no solo el amor, sino también las dificultades y sacrificios que conlleva una relación verdadera, algo que no siempre se ve con tanto realismo en el cine.
El estilo de dirección de John Crowley es íntimo, inmediato. Haciendo uso de cámaras en mano y planos cercanos, se enfoca bastante en el rostro de sus actores; en sus reacciones y expresiones e interacciones cercanas. Esto ayuda, además, a que resulte más sencillo identificar exactamente en qué momento de sus vidas nos encontramos, ya sea cuando recién se están conociendo, o cuando están tratando de concebir, o cuando ya tienen una hija llamada Ella (Grace Delaney) y Almut ha sido diagnostica con cáncer.
Por momentos, el ritmo del filme puede ser algo pausado, pero eso precisamente ayuda a que uno se pueda ubicar mejor en el tiempo, y más importante, a que ciertos momentos de intensidad dramática se asienten y puedan ser mejor considerados por el espectador.
El amor en su máxima expresión
Lo que hace que El tiempo que tenemos sea especial es la forma en que presenta el amor como algo grandioso y poderoso. Las escenas en las que Pugh y Garfield bromean y se ríen juntos son encantadoras, pero lo más impactante es cómo la película muestra la verdadera esencia de una relación: ser el mejor amigo de tu pareja, apoyarse mutuamente y enfrentar juntos las adversidades. A pesar de los momentos difíciles que enfrentan Almut y Tobias, la película no se centra en el dolor o la tristeza, sino en la belleza de los momentos que comparten y sus decisiones basados en ellos. Este enfoque en aprovechar al máximo el tiempo juntos es lo que le da a la película su fuerza emocional.
Momentos especiales
Aunque sabemos desde el principio (incluso después de ver el trailer) que la historia de Almut y Tobias no tendrá un final fácil, no es una película sobre la pérdida, sino una celebración de momentos especiales. La cinta se asegura de recordarnos que lo importante no es cuánto tiempo tenemos, sino cómo lo usamos y con quién lo compartimos.
Con esta película, John Crowley vuelve a demostrar su habilidad para contar historias de amor que trascienden el tiempo, y con Pugh y Garfield al frente, El tiempo que tenemos se convierte en una de las mejores películas románticas de los últimos años.