“Mi corazón es para ti, siempre te tengo en la mente”, fueron palabras de la bailarina Elisa Carrillo al enseñarle una breve coreografía a los miles de asistentes a la clase masiva de ballet que se realizó por primera vez en el Zócalo de la Ciudad de México y que impartió la bailarina, ganadora del Premio Benois de la Danse y miembro del Consejo Internacional de Danza de la Unesco.
Luego la frase cambió: “Están por siempre en mi mente y mi corazón”, cuando su mano pasó a la altura del pecho y la cabeza, antes de escucharse, a lo largo de la Plaza de la Constitución, “México en la piel”, de Luis Miguel, que bailaran los cinco mil asistentes que se estima asistieron a la clase. “Perdón, es más rápido, me fui lento”, dijo, y pidió varias repeticiones, una última vez tras los ensayos. Cientos de niñas y adolescentes bailaron esta última coreografía, vestidas con ropa deportiva o traje de ballet.
Cuarenta y cinco minutos antes, al inicio del evento, la gente ocupó los lugares dispuestos, en pequeños segmentos, delimitados por las barras de baile. Alrededor del Zócalo había ambulancias, vendedores de leotardos y tutús, y padres con sus hijas que no alcanzaron a entrar a la explanada, pero practicaron fuera del perímetro, sobre las aceras. Durante el primer segmento de la clase, después de darle la bienvenida a los participantes y mostrar un par de ejercicios, Carrillo invitó a niños y adolescentes de escuelas como la Ollin Yoliztli y la Nacional de Danza Clásica y Contemporánea para subir al escenario y llevar a cabo la rutina de ejercicios.
Carrillo analizó y guió los movimientos de cada niño. Ejercicios cortos, pasos pequeños y cadenciosos que repitieron los muchachos, al fondo; y movimientos que los espectadores tomaron como modelo. “Espaldas abiertas”, “attitude”, indicó Elisa. En el público, la mayoría eran niñas y adolescentes que estudian en escuelas de iniciación artística. Otras personas llevaban camisetas con el logotipo de los Pilares y también había gente de todas las edades. El siguiente segmento fue con “Cielito lindo”, que interpretó, al piano, Nodira Burchanowa. Elisa dio las indicaciones al ritmo de la canción. “Quedan dos ejercicios”, indicó, y levantó con fuerza una pierna. A un par de metros de altura, sobrevoló un dron y la gente practicó con las dos manos sobre la barra.
Para concluir, Elisa pidió un aplauso para las niñas que la acompañaron, así como para el equipo técnico, luego siguió una pequeña demostración de ejercicios de centro con bailarines de la Compañía Nacional de Danza. Continuó una coreografía de Nacho Duato, para lo que llamó al chelista, William Molina y al primer bailarín ruso, Mikhail Kaniskin, en una pieza que simuló que Carrillo era un chelo.
Después de anunciar el final de la clase, el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, junto a su esposa, Daniela Cordero, y la secretaria de Cultura, Claudia Curiel, subieron al escenario y le dieron un ramo de flores a Elisa. “Es un día inolvidable para mí”, respondió.