Emergen monstruos de Tim Burton

Emergen monstruos de Tim Burton

Bajo la lluvia y entre tumbas, Tim Burton ofreció una charla en el corazón del Panteón Civil de Dolores. Una capilla de este cementerio —donde descansan figuras históricas como Diego Rivera, Rosario Castellanos, Mariano Azuela, Gabino Barreda y David Alfaro Siqueiros— se convirtió en el escenario perfecto para que el cineasta compartiera su visión artística frente a decenas de asistentes que, como él, alguna vez se sintieron fuera de lugar.

“Podríamos tener algo espiritual aquí. Me encanta venir a la Ciudad de México porque hay una gran sensación. Como dije, crecí en Los Ángeles, donde hay un Día de Muertos y la cultura mexicana, sus personajes y demás me impactaron mucho. Realmente sentí que el arte y la creatividad son inspiradores aquí”, compartió Burton al inicio del encuentro, frente a una capilla.

Antes de tomar el micrófono, el director caminó por un pasillo iluminado con velas a los costados y rodeó la glorieta de la capilla, una escena que parecía sacada de una de sus películas. Venía de visitar lugares como Tepoztlán y Xochimilco, y esa conexión con el simbolismo mexicano lo atravesó durante toda la master class.

Aunque nació en Burbank, California, en 1958, el universo creativo de Burton tiene un vínculo emocional con los símbolos de la muerte, la vida después de esta y el monstruo como figura incomprendida. Durante la charla lo explicó con naturalidad: creció viendo películas de monstruos, rodeado de libros de Roald Dahl y del cine de Vincent Price, quien más tarde narraría uno de sus primeros cortometrajes. “Siempre me identifiqué con los monstruos. Todos les temían, pero ellos eran los personajes más emocionales de las historias. En cambio, los humanos eran como los aldeanos en Frankenstein: sin rostro, sin nombre”, confesó el cineasta de 66 años.

Para Burton, los personajes “raros” siempre fueron espejo. No se consideraba extraño, aunque los demás sí lo veían así. Se sentía, más bien, conectado con esas criaturas tristes, sensibles y ajenas al mundo que habitaban. Por eso no sorprende que sus películas, desde Frankenweenie o El joven manos de tijera, hayan servido como refugio emocional para generaciones de fans.

Durante la master class organizada en el marco de la apertura de la exposición Tim Burton, el laberinto, el director también habló sobre sus procesos creativos. Admitió no tener rituales estrictos. Siempre lleva una libreta con dibujos o ideas, a veces inspiradas por un perro en la calle o un gesto: “Si me dejo sentir, las ideas llegan”.

Aunque su estilo es reconocible en todo el mundo, evita pensarse como un creador con fórmula: “No me gusta categorizarme. Como artista, lo mejor es hacer lo que haces. Que los demás digan lo que quieran”. La exposición, dijo, no es solo una muestra de su obra, es una representación fragmentada de su mente. “Cada cuarto del laberinto es como una parte de mi proceso creativo. A veces un dibujo se vuelve personaje. A veces, nada. Pero todo está ahí, latiendo”.

Hubo momentos de humor y otros muy emotivos, pues cuando una fan recitó un poema (estilo calaverita literaria) sobre un personaje inventado llamado Lagrimón, Burton preguntó quién lo había escrito. “Eso es hermoso”, añadió al escucharlo. Minutos después, una joven en el espectro autista le regaló una muñeca hecha por ella. Él, que colecciona objetos así, la recibió con calidez.