La única “esperanza” en los años 90 para Óscar Sánchez “era morirse”, al igual que las demás personas a las que les daban diagnóstico positivo de VIH. Con 32 años viviendo con el virus y con su trabajo como fotógrafo, que habla también de su experiencia, ahora se alista para impartir un taller fotográfico con el que los asistentes puedan crear una bitácora VIHchota.
Óscar Sánchez es fotógrafo especializado en fotografía de autor, ha trabajado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y ha sido colaborador de Letra S, suplemento del periódico La Jornada. Sánchez cuenta que le lanzaron una idea y se le ocurrió crear en el Museo Universitario del Chopo una bitácora VIHchota para empoderar a personas que viven con VIH y que quieren retratar su vida cotidiana a través de la fotografía. Puntualiza que VIHchota es jugar con la palabra “bichota”, que identifica una forma de ser, “un poco como atrevida, como riesgosa”: “Retomar esa palabra para intervenirla de manera tal que las primeras palabras fueran VIH”.
En los últimos años, la palabra “bichota” se popularizó por la canción de la cantante colombiana, Karol G, quien en su letra describe a una mujer que le gusta la fiesta, se siente sexy, es atrevida y empoderada.
La intención del taller, en el marco de la exposición “Huyamos a Buenos Aires, nadie podrá encontrarnos”, de Roberto Jacoby, es que los 15 participantes del primer taller se expresen de manera abierta mediante un registro personal, para que al final se haga una exposición de las imágenes, incluyendo los sentimientos. “La idea es trabajar sobre esos momentos que, para nosotros, las personas que viven con VIH son muy importantes en esta experiencia, desde recibir el resultado positivo a los anticuerpos, hasta una serie de actividades que nos unen a cada uno de nosotros; que es el asunto de estar tomando todos los días una pastilla, estar yendo muy seguido al médico, a que te hagan análisis”.
“A su vez, cada persona tiene sus cosas particulares; preguntarte ‘qué sentí’, ‘qué me dije’, ‘qué vi hacia el futuro’. En mi caso, que yo recibo mi diagnóstico en el 92, en aquel momento no había nada, la única esperanza era morirse, no había esperanza más que llegar pronto a la muerte, que tampoco la deseaba uno porque era una muerte muy violenta, muy agresiva y morían solos muchas veces”, expresa.