¿En Neptuno y Urano llueven diamantes?

En la Tierra los diamantes se suelen formar, aproximadamente, a 200 kilómetros por debajo de la superficie terrestre; esto en kimberlitas, que son rocas volcánicas. Sin embargo, mediante experimentos de láseres de alta energía, investigadores demostraron que, en dichos planetas helados se forman presiones gigantescas que dan lugar al fenómeno de “lluvia de diamantes”. 

Los responsables de la investigación presenciaron cómo el carbón, al separarse del hidrógeno, se comprime en diamantes de tamaño nanométrico. Otros estudios han demostrado que esta lluvia podría ser la forma más común de precipitación en el Sistema Solar. Asimismo, llueven diamantes en Júpiter y Saturno, donde las rocas preciosas pueden ser de un centímetro de diámetro, y se calcula que en Saturno se producen 10 millones de toneladas al año. 

El equipo internacional dirigido por el Helmholtz-Zentrum Dresden-Rossendorf (HZDR), la Universidad de Rostock, en Alemania, y la École Polytechnique de Francia ha arrojado datos muy interesantes sobre las tormentas que azotan Neptuno y Urano. ¿El motivo? Los “planetas de hielo”, nombre informal con el que se conoce a ambos cuerpos del Sistema Solar, sufren de una climatología extrema en la que la lluvia de diamantes es un fenómeno bastante común. Para comprobar sus hallazgos, los investigadores dispersaron destellos intensos de láser sobre una fina película de plástico PET simple.

Gracias a eso, se pudo comprobar que, en condiciones concretas, enormes lluvias de cristales azotan las superficies de ambos planetas de hielo, los más lejanos al sol. Como han explicado los científicos que han explicado este curioso fenómeno, con sus métodos se pueden llegar a producir “nanodiamantes”.

Lo curioso de este hallazgo es que las condiciones climatológicas en el interior de ambos planetas son realmente extremas, con varios miles de grados centígrados y con una presión que es millones de veces la de nuestra atmósfera. Por ello, no es posible viajar hasta allí y la tecnología aún no permite enviar sondas que transmitan datos o imágenes con gran exactitud, por lo que hay que replicar dichas condiciones en un laboratorio.