“Habitar al margen apela a la necesidad de hacer visibles las formas de habitar, de las mayorías, de poner en valor las resistencias, la producción social del hábitat, nuestras formas de habitar, nuestro multiculturalismo, nuestros materiales, pensar en las viviendas como el lugar del cuidado, del cobijo, del trabajo, allí donde las mujeres tienen escasamente un rincón propio”, aseveró la arquitecta Ana Falú (Argentina, 1947), ganadora del Premio a la Trayectoria de la XII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, en la apertura del Festival Mextrópoli 2022, en el teatro Metropólitan de la Ciudad de México.

Para la premiada, “los espacios públicos son la piel de la democracia”, por lo que es importante “revertir el pensamiento de la modernidad, de las funciones separadas, apostar a ciudades y arquitecturas que piensen junto al mundo productivo y reproductivo, que lo piensen en un continuo y lo entendamos como parte de una estrategia de conciliación para un mundo mejor”.

Agregó que repensaron “la arquitectura y el urbanismo en clave de inclusión social y de género. La omisión de género refiere a la subvaloración de la mujer y de los sujetos de discriminación y el sesgo androcéntrico se evidencia en la formación (de las ciudades), en las políticas, en las acciones del gobierno, pero también en nuestras vidas”.

Falú también se refirió al lema de Mextrópoli 2022: “Habitar al margen”. “Son muchas las personas que habitan en los márgenes. Según Oxfam tendremos una segunda pandemia, la cual será el crecimiento de la pobreza, en América Latina. Son muchas las personas que habitan los márgenes, que crecen en la pobreza, pero en particular, las mujeres. No lo digo yo, lo dice la Cepal, la ONU: las mujeres crecen en la pobreza y hay, al menos, un 30 % de mujeres, como promedio, que están como únicas responsables de sus hogares”, aseveró.

Finalmente, habló de la pandemia. “La vivienda, ese refugio, no existió para las mayorías de nuestra América Latina durante la pandemia, sino que fueron lugares de hacinamiento, con escasez o falta de agua, donde la calle era la sala, el lugar de estar y por eso la política acertada fue el barrio que cuida al barrio”.

Si hubo un grupo afectado por la mala política habitacional en nuestra región fueron las mujeres, refiere, “porque las llevaron más allá de los confines de las metrópolis, donde las distancias les robaron el tiempo —ese bien tan escaso en la vida de las mujeres— y restringieron sus capacidades para trabajar, generar ingresos, estudiar y las redujeron al esencialismo del patriarcado: las tareas de reproducción y cuidado”.