Ambientada en la actualidad pero con similar tono al de aquella otra comedia —diálogos veloces, movimientos constantes, cierta aparatosidad física—, a la nueva serie le cuesta llegar a los niveles de La maravillosa Sra. Maisel. Los problemas son varios y muy diversos pero hay uno que se destaca especialmente: los personajes.
Ètoile funciona con un grupo bastante irritante por no decir insoportable– de protagonistas, muchos de los cuales se esfuerzan por mantener ese tono pícaro y acelerado de comedia de diálogos constantes y plagados de doble sentido y referencias culturales. Sin mucho atractivo personal —y en algunos casos con severas dificultades al tener que decir esos diálogos en un idioma que no le es propio—, a los protagonistas de la serie se los siente todo el tiempo impostando y exagerando un tono supuestamente chispeante y gracioso que se vuelve rápidamente insostenible.
Cuenta la historia de un intercambio cultural. O algo así. Jack McMillan (Luke Kirby) es el director ejecutivo del Metropolitan Ballet Theatre de Nueva York y Geneviève Lavigne (Charlotte Gainsbourg) cumple similar rol en Le Ballet National de París. Ambos son (o fueron) amantes y tienen una relación un tanto tensa. A los dos los une algo: sus ballets están en crisis. El público cada vez va menos, los propios bailarines no parecen muy inspirados y creen que la culpa es del covid, de Tiktok y de la cultura actual que ha alejado a los jóvenes de la danza. El diagnóstico puede ser certero, pero la forma de intentar resolverlo es un poco caprichosa.
Geneviève propone intercambiar bailarines y coreógrafos entre las compañías. Y esto termina involucrando a un grupo de artistas que se mudarán de Nueva York a París y viceversa. La más llamativa es Cheyenne Toussant (Lou De Laâge), la étoile (estrella) de la compañía francesa, que viaja a disgusto a Nueva York. Creída, pedante y francamente insoportable, la chica arriba a Manhattan como un tornado revolucionando a toda la compañía. A Francia llega Mishi Duplessis (Taïs Vinolo), una mucho más tímida bailarina francesa que había sido rechazada allí y logró el éxito en Nueva York. De los demás, el más visible y extravagante es Tobias Bell (Gideon Glick), un bizarro y excéntrico coreógrafo que no se quita nunca los auriculares y parece vivir en su propio planeta.
Con este mayormente tedioso grupo humano —al que hay que sumar al británico Simon Callow encarnando a un políticamente complicado y ampuloso millonario que pondría la plata para financiar la movida—, los Palladino intentan construir algo que arranca como comedia pura y dura y que, con el paso de los episodios, va agregando algunos componentes dramáticos.
Apurada y grandilocuente, llena de extensos diálogos que los intérpretes recitan de memoria (ver y escuchar a los bailarines franceses haciendo referencias a la cultura pop norteamericana hablando a toda velocidad en inglés es una experiencia tan improbable como poco recomendable), con los habituales esfuerzos coreográficos de puesta en escena característicos también de Maisel y una serie de circunstancias que están más cerca de Amelie que de otra cosa, Ètoile es problemática, trabajosa y, más de una vez, irritante.
Étoile destaca por su exploración profunda de las dinámicas humanas dentro del exigente mundo del ballet, presentando personajes multifacéticos que enfrentan desafíos personales y profesionales. La serie combina drama, comedia y una mirada crítica al mundo del arte, ofreciendo una narrativa rica y envolvente.
Música de la serie
El tema principal de Étoile es la canción "Nights are for love" del dúo británico Sons of Raphael. Los creadores de la serie, Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino, descubrieron esta pista por casualidad y quedaron cautivados por su melodía pegajosa y sus letras que evocan imágenes de estrellas y danza. La canción establece el tono de la trama, fusionando el glamour del ballet con una energía moderna y emocional.
La música de Étoile se caracteriza por su eclecticismo y su capacidad para fusionar diferentes géneros, desde el indie rock hasta el pop experimental. Esta diversidad musical refleja la complejidad emocional y artística de los personajes y el mundo en el que se desarrollan. La curaduría musical juega un papel esencial, utilizando canciones que no solo complementan las escenas, sino que también profundizan en los temas de la trama, como la pasión, la competencia y la autoexploración.
La música no solo acompaña la acción en pantalla, sino que también actúa como un personaje más, enriqueciendo la experiencia visual y emocional de la serie. La combinación de un tema principal cautivador, apariciones musicales especiales y una curaduría musical cuidadosamente seleccionada contribuye a que Étoile se distinga como una producción que celebra tanto el arte del ballet como la diversidad musical contemporánea.