Frankestein

Frankestein

Cuando Mary Shelley publicó Frankenstein, la novela de terror que escribió cuando tenía apenas 18 o 19 años, probablemente no se imaginaba que se convertiría en una de las historias más famosas y poderosas del mundo, pero tenía que saber que lo que había escrito era importante y trascendental.

Frankenstein es un relato que mezcla temas como el ego, el dolor, la muerte, la soledad y la venganza, donde los conceptos sobre lo que significa ser humano o ser un monstruo, se transforman y nos demuestran que, en los libros y en el mundo real, las cosas no siempre son lo que parecen, y la apariencia de algo o alguien no determina lo que es por dentro.

Cuando Guillermo del Toro leyó el libro, se quedó con las ganas de, algún día, hacer su propia película al respecto, y ahora esa es una realidad (y todo es un poco mejor por eso).

El universo de del Toro ha estado marcado por un estilo gótico y oscuros (con una magia extraña y un claro elemento cultural y social) desde el inicio (con películas como Cronos), así que abordar la historia de Mary Shelley parecía una opción lógica. Con esto, el director mexicano combina partes de su propio universo y del mundo creado por Shelley, para construir su propia criatura fantástica.

Es una película que se mantiene muy fiel al material original, aunque con algunos cambios interesantes, y que destaca por su estilo visual (que es una maravilla) y por las actuaciones honestas, vulnerables y poderosas de su trío de protagonistas (Oscar Isaac, Jacob Elordi y Mia Goth).

Guilherme del Toro domina el terror gótico

El director mexicano es uno de los grandes maestros del cine de terror. Sus películas no son de esas que te ponen a temblar y te dan pesadillas por semanas, sino que profundizan en la oscuridad humana, en el miedo y en lo que nos mueve. Su estilo combina perfectamente bien con el de Shelley porque los dos presentan estos elementos de fantasía que son un reflejo de la realidad, que es parte de lo que los hace tan poderosos.

La mejor parte es que del Toro pudo dejar volar su creatividad con este proyecto, construyendo escenarios de alto impacto y que están llenos de elementos simbólicos, como la leche, el color rojo e incluso los cortes que aparecen en el cuerpo de su criatura.

Frankenstein es Guillermo del Toro en su máxima expresión, y es evidente que el director disfrutó completamente de este proyecto, y pudo hacer exactamente lo que él quería. Tal vez no es su mejor película (El laberinto del Fauno sigue en el top), y es verdad que tiene algunas fallas, pero sin lugar a dudas, es una obra de arte.

El vestuario, la fotografía y el diseño de producción

Esta no sería una película de Guillermo del Toro sin un estilo visual potente. El diseño de producción de Frankenstein es muy detallado y elaborado, es evidente que tuvo un buen presupuesto y que Guillermo del Toro supo cómo usarlo correctamente, para crear una realidad en la que el creador y su creatura pueden existir, y donde hay mucha belleza por todos lados, que contrasta con lo terrible de lo que se está contando.

Nada está ahí por accidente, todo fue bien pensado, desde la luz y los colores, hasta la construcción de los escenarios, en la composición de las tomas y de todos los detalles. Hay algo muy escultórico en los vestuarios, que son casi como armaduras protectoras para algunos personajes, o como esqueletos que se llevan por fuera.

Es evidente que esta película podría llevarse una nominación por su diseño de producción, su vestuario y fotografía. Y sí, hay muchas cosas asombrosas para ver en esta película.

Una historia contada desde dos perspectivas

Uno de los elementos más interesantes de esta película es que demuestra que la verdad es subjetiva y que las historias no siempre son como se cuentan. Aquí, la historia es narrada desde la perspectiva de Víctor Frankenstein, quien cuenta su versión de los hechos y de lo sucedido con su “hijo”, pero después es la criatura quien toma el control de la narrativa, haciendo un recorrido por sus experiencias y vivencias, para demostrar que no es como su creador lo pinta.

La segunda parte es, tal vez, la más poderosa de las dos, pero una y otra se complementan bien y ayudan a construir el rompecabezas completo, a dar contexto para entender las acciones del creador, pero también de su criatura.